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Colombia no puede continuar en estado de lamentación por las cosas negativas que están sucediendo en materia económica y social. Hay que empezar a transitar hacia otros caminos que inyecten confianza y aglutinen la institucionalidad, los privados y la ciudadanía, en los que está representada la mayor fuerza de este país. Seguramente no será fácil hacerlo si el Gobierno sigue en la posición de negarse a establecer acuerdos nacionales, así los haya anunciado desde que comenzó el periodo el 7 de agosto del 2022; sin embargo, se dispone de una experiencia sectorial vasta y suficiente y de conocimientos como para permitir sacar a flote la Nación.
En medio de tanta crítica surgen propuestas sensatas como la del exministro Mauricio Cárdenas, para que actores del sector privado se unan y eviten la debacle económica ante la inflación que se mantiene, el recorte del gasto en ministerios y entidades del Gobierno nacional y la parálisis de sectores clave para la economía. Cree que juntos, si hay voluntad de hacerlo, podrían trabajar en estrategias como la reducción acelerada de las tasas de interés del sector bancario; aumentar la demanda de vivienda con descuentos especiales otorgados por los constructores, así tengan que hacer un esfuerzo, y que las empresas reduzcan las tarifas de energía para mejorar los ingresos de las familias y puedan destinar más recursos en otros gastos.
El fin es que se evite la crisis económica y que aumenten el desempleo y el déficit fiscal. Pero también habrá que evitar que la inseguridad siga creciendo y el orden público desbaratándose por cuenta de grupos armados al margen de la ley. Las alcaldías y las gobernaciones juegan un papel trascendental y quizás en los territorios más afectados por la violencia haya que cambiar la destinación de recursos para trasladarlos a asuntos de seguridad, teniendo que postergar otras metas y planes, pero ya vendrán mejores tiempos. Otros sectores institucionales también pueden aportar a este esfuerzo. Muchos tienen establecidos convenios internacionales desde donde pueden llegar apoyos para ejecutar algunos planes y programas.
La población, por su parte, debe transformarse; pasar a ser una ciudadanía activa, que salga a participar tanto o más de lo que lo haya hecho, a apoyar todos estos procesos e iniciativas del sector privado e institucional, a comprarle al comerciante e industrial nacional, a cuidar lo público; pero sobre todo a deponer los ánimos negativos que en nada nos están ayudando y más bien están impidiendo retomar el rumbo. El Gobierno Petro se va acercando a la mitad de su periodo, le quedan otros dos años más, lo que mueve a hacer algo desde orillas distintas al ejecutivo que no ha querido entender lo que tanto se le ha dicho sobre las necesidades que están agobiando al país.


No se trata de tapar el sol con un dedo, ni de aplicar teorías como la de ver el vaso medio lleno para disimular lo negativo que está sucediendo. También podríamos seguirnos quejando, pero está comprobado que poco sirve esa actitud. Evidentemente hay que acudir a un plan B, en el que deberá primar el bien común, el desprendimiento y la generosidad. Ojalá nadie se niegue, esa es la esperanza.