Hay que apostarle a la esperanza. Aunque entre los escombros de una guerra que ha dejado miles de muertos, el acuerdo preliminar entre Israel y Hamás —negociado en Egipto con apoyo de Estados Unidos y otros países— abre una oportunidad por la que se puede colar la paz. Es apenas un comienzo que requiere del compromiso de las partes y de una inteligente actuación de los países que están ayudando a su concreción para que se pueda constituir en algo más duradero.
La población civil ha sido la principal víctima de este conflicto. Lo fue durante la bárbara incursión de Hamás en territorio israelí, y lo ha sido aún más durante la violenta reacción de Israel sobre Gaza. Cada día que se prolonga la guerra es un día más de muerte evitable. Cada demora en la negociación es una condena para quienes no empuñan armas, pero cargan con sus consecuencias. Dejar de contar muertes y víctimas civiles es el logro de parar a los violentos, y eso aplica en Medio Oriente o en Colombia.
El plan de paz contempla 20 puntos. Entre ellos, el intercambio de prisioneros, el retiro parcial de tropas israelíes, el ingreso de ayuda humanitaria y la conformación de un gobierno de transición en Gaza. Pero hay sombras que no se pueden ignorar: Hamás, considerado grupo terrorista, no será parte del nuevo gobierno; y la Autoridad Palestina, debilitada y ausente desde hace años en Gaza, apenas figura en los márgenes. ¿Puede construirse una paz duradera sin reconciliación política? ¿Puede imponerse un gobierno sin representación plural? ¿Es posible que Hamás se haga a un lado en una futura Palestina libre? Son dudas muy grandes que se tendrán que resolver en el camino, pero lo importante es dar el primer paso.
Desmilitarizar Gaza y desarmar a Hamás son objetivos legítimos, pero deben ir acompañados de garantías de justicia, reconstrucción y soberanía. Sin conexión con Cisjordania, sin reconocimiento del Estado Palestino, sin participación de todas las voces, el acuerdo corre el riesgo de convertirse en una tregua técnica, no en una paz real. Desde cualquier rincón del mundo se debe celebrar estos avances en un posible gesto de paz, aunque se deban liberar miles de detenidos por Israel o se tengan que recibir los cadáveres de la mayoría de secuestrados en poder del grupo terrorista que inició todo esto en su bárbaro ataque del 7 de octubre del 2023. Pero también hay que exigir que no se negocie la dignidad de los pueblos, pues no basta con que se silencien las armas, es necesario humanizar a las contrapartes, reconocerse en los otros, en los diferentes, establecer responsabilidades y compromisos de no repetición.
Lamentablemente, el Gobierno de Colombia, una vez más malinterpretando los momentos clave, convocó una protesta contra la arremetida israelí justo el 7 de octubre, fecha que simbólicamente marcaba dos años de la incursión de Hamás cuando asesinó a dos mil civiles israelíes y secuestró a varios centenares. La fecha escogida fue inoportuna, por decir lo menos, porque también sonó a provocación en medio de las arremetidas contra el Estado de Israel que ha tenido el presidente Petro. El conflicto árabe-israelí es complejo, pero lo cierto es que las víctimas son de lado y lado y se debe tener igual empatía por ellas, sin importar el bando al que pertenecen.
Fecha Publicación - Hora