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La respiración como alternativa para calmar ánimos exaltados debería ser usada más frecuente en la vida diaria, de tal manera que con este tipo de técnicas y otras tantas que la psicología alberga para el manejo de estados de ira, rabia, ansiedad, estrés permitan eludir las reacciones violentas que tanto daño le están causando a la sociedad. Pareciera un acto simple para lo intrincado e impredecible que es el comportamiento humano, pero quizás en el mundo de hoy hemos convertido en algo cada vez más complejo el relacionamiento con los demás y esto nos está llevando a extremos.
En Manizales el caso más reciente se registró el fin de semana posterior a un partido de fútbol en la cancha de un colegio y terminó en balacera, dejando dos hombres lesionados. Si la intención era pasar una tarde deportiva entre dos equipos, para qué y por qué alguien llevaba un arma traumática con la que se respondió a la pelea entre las partes. Nada debería considerarse tan grave en materia futbolística como para irse primero a los puños y mucho menos responder con tiros de este tipo de arma como ocurrió en esta cancha, donde afortunadamente no hubo más ciudadanos afectados.
Se trata de un hecho de violencia en una de sus tantas expresiones, pero que nos gusta matizarlas con nombres como intolerancia, cuando se trata de actos agresivos, salvajes e irracionales contra otras personas. Se ha ido cayendo en la imposibilidad de reconocer que los conflictos, todos, se pueden resolver por otras vías diferentes, al menos aquellas que sean pacíficas como el diálogo y los acuerdos, sin tener que llegar a los extremos de la violencia en alguna de sus formas como primera opción. La resolución de problemas tiene que dejar de depender de estructuras de poder en las que siempre hay un ganador y un perdedor. Todas las partes pueden salir ganando y seguramente también perdiendo en algo.
Qué importante sería que en Manizales se volviera a la figura de los jueces de paz y de reconciliación para la resolución de conflictos en las comunidades. Existieron hasta hace un poco más de una década y no se volvieron a elegir. Según algunos de los que desempeñaron este rol tenían por mes entre tres y cinco casos que llegaban a conciliaciones en equidad y las situaciones no trascendían a otras instancias de la justicia ordinaria, que además son costosas y mucho más demoradas en resolverse. Ante la ausencia de esta figura se puede acudir a la Personería municipal, a los consultorios jurídicos de las universidades e incluso a líderes comunitarios que pueden intervenir hablando con las partes involucradas y orientarlas.

Lo crítico en la actualidad es que frente a hace 10 años ocurren muchos más conflictos y de mayor gravedad, sumado a la tozudez de las personas que impide reconocer fallas, equivocaciones y establecer acuerdos. Por difícil que parezca, siempre saldrá mejor librado aquel que hace un alto en el camino, respira, piensa y decide de la mejor manera en medio de cualquier tipo de conflicto. Todo lo contrario sucederá con quienes insisten en terminar un problema a punta de violencias.