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Se cumplirán mañana las más grandes elecciones que se hayan realizado en México. El sistema electoral tendrá el reto de elegir no solo a la persona que ocupará la presidencia en el próximo sexenio, sino que se elegirán congresistas y por lo menos 19 mil cargos locales. Según el Instituto Nacional Electoral de ese país, no hay antecedente de este número. Los retos no terminan ahí, pues la violencia se ha hecho presente en algunos estados y han asesinado a candidatos en algunos territorios.
La atención internacional está puesta en quién será la sucesora de Andrés Manuel López Obrador (AMLO), pues las dos personas que lideran las encuestas son Claudia Sheinbaum, la escogida por el mandatario, y Xóchitl Galvez, que ha reunido el apoyo de opositores, grupos de la sociedad civil y voto de opinión que la mantienen en el segundo lugar de las preferencias. Una mujer ocupará la presidencia y esa es la buena noticia.
AMLO llegó al poder con muchas expectativas para procurar cambios en la atención social en México, en la mejora en derechos humanos en el trato a los migrantes, en respaldar la justicia para mayores resultados contra las bandas, pero se va con la imagen de ser ese tipo de gobernante que reúne las características de lo que Moisés Naím denomina las 3 P: populista, polarizador y que se aprovecha de eso que hoy llaman la posverdad. Esta no es otra cosa que una retórica amañada y el mandatario mexicano ha sabido imponer su voz contra los críticos, bien sea a través de su comunicación diaria en cadena nacional para despotricar de todo aquel que intente poner freno a los desmanes de su Gobierno o, si es necesario, contratando influencers para que multipliquen su idea de verdad. ¿Algún parecido con Colombia?
Esa manera de gobernar alimenta más la polarización que ha sido un tema recurrente, a pesar del pragmatismo que caracteriza a AMLO y que ha transado con unos y otros en el Congreso o en los territorios con el fin de lograr sus objetivos, que no necesariamente son estratégicos. Ese es el encono de algunos hoy contra su Gobierno, porque antes eran parte de él y cuando ya no fueron necesarios o se volvieron incómodos, el presidente no tuvo empacho en transigir con otros, pero no logrando consensos, algo que a la mayoría de la izquierda latinoamericana le cuesta, sino con clientelismo.

El poder judicial, que se ha erigido como el defensor de la institucionalidad al hundir reformas que pasaban por encima de los cánones constitucionales, y el periodismo serio, que ha mostrado las incoherencias de un discurso populista y lleno de grandilocuencia para tapar la ineficiencia, han sido los blancos preferidos del mandatario. No obstante, la retórica ha sido insuficiente para concretar los grandes cambios prometidos. Si Sheinbaum es la elegida, ya se verá si mejora el diálogo y busca consensos o si tendremos que ver seis años más del mismo libreto aplicado en función de las 3 P. Si México sabe jugar sus cartas, puede aprovechar su ubicación estratégica para atraer aún más inversión estadounidense y candiense, y podría irrigar riqueza al sur de su país, pero para ello deberá mejorar muchas cosas.