No habla bien de los precandidatos que todavía se resistan a trabajar juntos, que se niegan a sumar fuerzas en el nombre de otros y que no tengan la grandeza de entender cuándo hay que desistir y que no es este el momento para pensar en ser presidenciables.
Los últimos acontecimientos de la política colombiana obligan a hacer de nuevo el llamado a despojarse de egos y vanidades electorales. Desborda cualquier cálculo que el país todavía tenga en la baraja unos 110 precandidatos a la Presidencia de la República, si es que no son más, porque todos los días resultan personajes convencidos de que reúnen las condiciones para asumir las riendas de la Nación, y ninguno pensando en renunciar a sus aspiraciones para sumarse a otros por alianzas partidistas o programáticas.
Contrario a fortalecer la democracia, lo que están haciendo es desgastarla en su esencia. Tener tanto precandidato optando por un cargo confunde a los electores y los desmotiva. Si a eso hay que sumarle la escisión de los partidos en Colombia, en la que sin recato alguno sus miembros no titubean para pasarse de derecha a izquierda, de liberales a conservadores o al contrario, o ubicarse en el centro político como única forma de que los deslinden de lo tradicional, hace que se pierda más el interés y acrecienta el desconocimiento de por quién votar.
La abundancia de aspirantes está demostrando la poca cultura política que existe en Colombia. No puede ser posible que buena parte de los partidos estén teniendo viscerales enfrentamientos, duras peleas internas y acusaciones mutuas como forma de lucha para ser los ungidos como candidatos. Lo que deberían estar haciendo es construyendo conjuntamente un plan de gobierno, definir qué le van a proponer a Colombia, cómo lo piensan hacer, identificar cuáles serán las prioridades. No habla bien de los precandidatos que todavía se resistan a trabajar juntos, que se niegan a sumar fuerzas en el nombre de otros y que no tengan la grandeza de entender cuándo hay que desistir y que no es este el momento para pensar en ser presidenciables.
Las organizaciones políticas que lo han entendido van ganando terreno y seguramente están tomando una importante ventaja para la primera vuelta presidencial el 31 de mayo del 2026, mientras hay partidos y tendencias que se están desgastando en lo que no deberían. En política el tiempo es muy valioso y así falte un poco más de seis meses para esta cita electoral, que se consideraría más que suficiente para escoger un candidato, ya es hora de ir tomando decisiones internas y estructurando la campaña de quien los representará. No se trata de una elección cualquiera, escoger presidente de la República es de los procesos más importantes y sería muy lamentable caer en errores por no saber cómo subsanar problemas.
Que la dignidad como colombianos de todas las corrientes, partidos y tendencias políticas se empiece a notar. Hay que tomar cartas en el asunto y empezar a reducir el abanico electoral, dirimir conflictos que nada positivo están dejando en el país porque a nadie le convienen. Son muchos los ojos puestos desde el exterior con intereses no solo políticos, también económicos y sociales que benefician a Colombia. Un buen punto de partida es mirar elecciones presidenciales pasadas. Mientras para la del 2021 a estas alturas había unos 86 precandidatos, para la del 2017 optaban cerca de 60. Los números no mienten.