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Haber escrito este editorial el jueves en la noche nos habría llevado a una diatriba contra el presidente, Gustavo Petro, y los manifestantes que asediaron el Palacio de Justicia en Bogotá y mantuvieron por cuatro horas sitiados a los magistrados de la Corte Suprema de Justicia, empleados y ciudadanos. Dejar pasar ese momento álgido, la frustración que produce ver a violentos cometiendo ilícitos y vulnerando los derechos de otros, para permitirse que la mente y el espíritu se sosieguen, pensar mejor y decidir mejor, nos llevó a hacerlo posteriormente y para reflexionar del país.

Les concedemos la razón a los presidentes de las altas cortes, a magistrados y exmagistrados, a expresidentes de la República y a congresistas que se pronunciaron en férrea defensa de la institucionalidad que representa la Corte Suprema de Justicia, que rechazaron estas acciones que hicieron recordar el momento más triste de la Justicia colombiana, cuando el 6 de noviembre de 1985 la guerrilla del M-19 se tomó ese Palacio de Justicia en Bogotá y el enfrentamiento dejó unos 94 muertos. Lo sucedido el jueves fue gravísimo por ser una presión a la Corte, un ataque al estado de derecho, que es un ataque a la democracia.

Esto no habría ocurrido si el presidente Petro se hubiera serenado antes de escribir el mensaje por X con el que convocó oficialmente al país a la movilización popular, y que copió obedientemente la Federación de Sindicatos de Trabajadores de la Educación -Fecode-. El mandatario no se contuvo, se dejó llevar y provocar, incluso por una cuenta falsa, y reaccionó en caliente. Una vez enardecidos los manifestantes y alterado el orden público por quienes intentaban derribar la cerca del Palacio, al presidente le tocó dar la orden a la Policía de que interviniera.

El presidente tuvo la oportunidad incluso de reflexionar antes del jueves, porque muchos le advirtieron del riesgo de su llamado en un momento coyuntural del país por la división de criterios en la elección de la próxima fiscal general de la Nación a cargo de la Corte Suprema de Justicia, y las investigaciones adelantadas por el fiscal saliente. El presidente pudo excusarse por la misma vía o ser contundente en pedir que no se acudiera a vías de hecho, pero nada de eso hizo. Ya sabemos que es su talante tomarse su tiempo para actuar, pero esto está perjudicando la institucionalidad.

El petrismo, cada vez más diezmado como movimiento, debe entender que eligió al presidente y que mal hace en ayudarle a caminar al precipicio. Gustavo Petro tiene el poder ejecutivo en sus manos y lo que le están pidiendo es que ejerza en favor de la Nación. No es atacando, ni actuando como activista o como oposición, esos tiempos pasaron para él y para su gente. Puede estarse de acuerdo o no con que la Corte dilate la elección de fiscal, a pesar de tener la terna con tanto tiempo de antelación, pero ese debate se debe dar en las tribunas públicas o con acciones institucionales, pero amedrentar es la salida de los violentos, no de quienes durante tanto tiempo alegaron que se debía respetar la institucionalidad y ahora que están en el poder actúan al contrario.