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¿Por qué no fue positiva la operación del sistema de bicicletas públicas? La responsabilidad no solo recae en la Alcaldía como creadora y dueña, también en los ciudadanos que poco las usaron para movilizarse. Es muy poco probable que un medio de estas características pudiera tener éxito con tan solo el 3,0% de uso, según resultados de encuestas y estudios de calidad de vida 2024 elaborados por Manizales Cómo Vamos, igual al registrado en el 2017, y el más bajo frente al resto de los medios de transporte (público, particular y caminar).
En octubre del 2015, concluyendo la primera Alcaldía de Jorge Eduardo Rojas, comenzó la primera fase de este sistema que tuvo un costo de $209 millones. Se compraron 70 bicicletas, demarcaron carriles, hicieron tres estaciones, adquirieron equipos electrónicos para el préstamo de las bicicletas. La segunda fase estaba prevista para diciembre con el fin de poner a funcionar más estaciones y más bicicletas, pero no se logró. Llegó la Administración de José Octavio Cardona, que amplió a ocho el número de estaciones, pero no operó el sistema continuamente por falta de recursos, hasta finales del 2018 cuando se tramitaron y se le apostó a comprar 22 bicicletas eléctricas que no entraron todas al servicio público.
La cantidad de requisitos que se debían surtir para que una persona tomara en préstamo una bicicleta fue en buena parte lo que desmotivó el empleo como medio de transporte. Para locales y foráneos no era fácil acceder rápidamente al servicio, además de que el tipo de bicicletas no fue el más apto para el terreno empinado de Manizales y la deficiente calidad empezó a deteriorar rápidamente su estado. La amalgama de estos factores fue lo que hizo llegar con un sistema deteriorado a la Alcaldía de Carlos Mario Marín. Para agosto del 2020 las estaciones ya presentaban deterioro físico y tecnológico. Siendo Marín el alcalde de la bici tampoco hizo lo suficiente para reactivar el sistema, más allá de pintar una bicirruta por la avenida Santander.
Persistieron los problemas, sumando líos entre Municipio y contratistas y el abandono en que se fueron dejando las estaciones. Se convirtieron en espacios para habitantes de calle, consumo de sustancias, sanitario público, depósito de basuras, paredes para grafiteros y sitios vandalizados. Si la Alcaldía de Manizales hubiese pensado en blindar el sistema de bicicletas públicas con un esquema comercial o institucional que permitiera con su presencia a la vez mantener vigilados y ocupados estos espacios, seguramente hoy no se tendría que estar anunciando que no va más. Le correspondió a esta Alcaldía hacerlo, y es necesario para que estas áreas no continúen hacia un deterioro más complejo y se conviertan en problema de ciudad.
Con un bajo uso de las bicicletas públicas que hace la operación más costosa para el Municipio hay que enfocarse en emplear las estaciones para otros fines al servicio de los ciclistas, pues legalmente se debe conservar este uso. Que se conviertan en zonas de estacionamiento, de estancia o cualquier otro empleo, lo más importante es no seguir haciendo gastos con dineros públicos para que terminen pronto convertidos en infraestructuras deterioradas.