Foto | EFE | LA PATRIA
Jair Bolsonaro de momento no irá a prisión y su defensa podrá presentar un recurso de apelación.
Durante años, Jair Bolsonaro fue venerado como el "mito" de la extrema derecha brasileña, idolatrado por sus seguidores como el presidente que dio rienda suelta a los intereses de los sectores más conservadores de Brasil. Ese mito se derrumba tras ser declarado ayer culpable por golpe de Estado.
Capitán del Ejército y nostálgico de la dictadura, Bolsonaro franqueó el paso a los militares a los pasillos del palacio de Planalto durante sus cuatro años de gobierno (2019-2022).
Pero esos mismos generales no se dejaron arrastrar a la aventura golpista con la que Bolsonaro pretendía retener el poder tras su derrota en las elecciones de 2022. Por ello, a los 70 años se enfrenta a 27 años y tres meses de cárcel.
Bala, Buey y Biblia
A los ojos de sus seguidores más radicales, Bolsonaro seguirá siendo un líder pese a la condena. Decenas de miles de fieles le mostraron su apoyo incondicional el pasado fin de semana en manifestaciones en varias capitales del país.
Bolsonaro construyó su aura de caudillo de la derecha con un fiero discurso contra el comunismo que, en su visión, encarna el tres veces presidente Luiz Inácio Lula da Silva.
Su liderazgo se cimentó en el apoyo inamovible de los sectores más conservadores de la sociedad: los evangélicos, el poderoso sector agropecuario y la industria de las armas y de la seguridad, representadas en el Congreso Nacional por las llamadas 'bancadas de la Bala, el Buey y la Biblia'.
Para contentarlos, liberó la venta de armas, eliminó trabas medioambientales a la expansión agropecuaria y a la tala ilegal de la Amazonía y torpedeó las políticas de igualdad de género y de protección a la diversidad sexual.
Fuera de Brasil, encontró apoyo en la extrema derecha que ha emergido con fuerza en Europa y América y buscó de estrechar lazos especialmente con el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, a quien llegó a convencer para que sancione económicamente a Brasil en represalia por el juicio.
También, en línea con las tesis del movimiento evangélico, abrazó con fervor la causa de Israel. La bandera con la estrella de David está siempre presente en las manifestaciones en las que sus seguidores reclaman la amnistía para Bolsonaro.
El culto a la personalidad
La popularidad del expresidente también se explica por su empeño en cultivar el culto a su personalidad. Durante años, repartió a aliados, dentro y fuera de Brasil, medallas del 'club Bolsonaro', en las que aparece su foto coronada por palabras groseras y ofensas de cuño sexual.
Y es que su léxico soez, su estilo ordinario y su aversión a la corrección política se convirtieron en parte intrínseca de la imagen que forjó de sí mismo, con la que trató de atraer la simpatía de los votantes de clases bajas y de zonas rurales.
Pero esa rudeza también le pasó factura. Durante la pandemia mostró un constante desprecio hacia las víctimas del virus, imitando a los pacientes que se ahogaban sin aire y exhortando a los brasileños a dejar de ser "un país de maricas".
Los votos que perdió por su gestión de la pandemia y su falta de empatía fueron claves para explicar su derrota en las urnas en 2022, un revés que le llevó a tramar la conspiración que ha motivado ayer que se le declarara culpable.
El pasado fin de semana, su tercera esposa, Michelle Bolsonaro, pedía esa empatía para su marido, llorando micrófono en mano quejándose por la "humillación" que vive en prisión domiciliaria, vigilado por la policía y con una tobillera electrónica.
Tobillera que, por cierto, se ajusta a una de las piernas que -aunque muchos de sus seguidores lo ignoren- le valieron su apelativo de "mito".
Porque ese "mito" en realidad no nació como una exaltación de su liderazgo, sino como abreviatura de "palmito", el cogollo de la palmera, que es el apodo que le pusieron sus compañeros de la academia militar para burlarse de sus piernas delgadas.
Es el tercer expresidente en la historia de Brasil en ser condenado
El expresidente Jair Bolsonaro se convirtió ayer en el tercer exjefe de Estado de Brasil en ser condenado. Los otros dos presidentes brasileños que fueron sentenciados son:
Luiz Inácio Lula da Silva. Ejerce actualmente su tercer mandato tras haber gobernado Brasil entre 2003 y 2010. Fue condenado en dos procesos por corrupción asociados a sendas constructoras implicadas en la operación Lava Jato, el primero en 2017 y el segundo en 2019.
Fue condenado inicialmente a penas de 7 y 12 años de cárcel, aunque en instancias superiores esos tiempos se revisaron varias veces. Finalmente, el Tribunal Supremo anuló ambos procesos en 2021 por fallos procesales.
Fernando Collor. Jefe de Estado entre 1990 y 1992.
Fue condenado en 2023 por el Tribunal Supremo a ocho años y diez meses de prisión por corrupción y lavado de dinero por su complicidad en el desvío de recursos de la distribuidora de combustibles estatal BR.
Debido a su edad (76 años) y sus problemas de salud, la corte le concedió el benefició del arresto domiciliario, que cumple desde el pasado abril en su mansión en la ciudad de Maceió.
Haga clic aquí y encuentre más información de LA PATRIA.
Síganos en Facebook, Instagram, YouTube, X, Spotify, TikTok y nuestro canal de WhatsApp, para que reciba noticias de última hora y más contenidos.