En Los Cedros, los 143 escalones conectan al barrio con la calle 45B.

Fotos | Freddy Arango | LA PATRIA

Un retrato de Manizales en ascenso. En Manizales, las escaleras son más que caminos, conectan barrios, sostienen la ciudad. Además varían en longitud, unas son más largas que otras. LA PATRIA presenta peldaño a peldaño estas subidas y bajadas. En Los Cedros (foto), los 143 escalones conectan al barrio con la calle 45B.

LA PATRIA | MANIZALES

En Manizales, ciudad enclavada en la Cordillera Central, las calles no siempre corren; a menudo se quiebran en escalones que parecen medir la tenacidad de sus habitantes. Cada peldaño, desgastado por el tiempo y los pasos, guarda la memoria de quienes los han transitado, de quienes han convertido estas escaleras en puentes entre el hogar y el mundo.

En la capital de Caldas, las escaleras no solo conectan barrios, sino también historias. Son rutas en donde la solidaridad se encuentra con el esfuerzo, porque son el reflejo de una ciudad que lucha contra su geografía para mantenerse unida.

En el barrio El Bosque son los miedos nocturnos; en Malabar, la conquista vecinal; en Los Cedros, una rutina casi heroica; en El Zafiro, un duelo pendiente con el peligro, pero es en Andes, con sus 411 escalones, donde la montaña parece exigir más: esfuerzo colectivo, sudor compartido y una voluntad que no conoce descanso.

Las escaleras cuentan historias de valentía y desamparo, de solidaridad y abandono, de una ciudad que nunca deja de ascender.

 

Escaleras entre Los Nogales y El Bosque: sube y baja de inseguridad

Número de escalones: 244

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Las escaleras que unen a Los Nogales con El Bosque se sienten más largas en la oscuridad. Juan David Fuentes camina rápido y con el corazón en alerta. “De noche nadie se atreve a subir”, confiesa, como si los peldaños se transformaran en trampas invisibles. Yeison Andrés Gutiérrez no puede olvidar el día en que su tía sufrió un terrible accidente cuando alguien le lanzó una llanta desde arriba, dejándola con graves lesiones en la columna y una secuela permanente mientras bajaba. Aquí, cada paso exige un acto de valentía.

 

La escalera que unió al vecindario en el barrio Malabar

Número de escalones: 137

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Cenelia Herrera Gómez no olvida las reuniones vecinales en Malabar, los papeles firmados y las cartas enviadas. “Nos tomó años, pero ahora tenemos un pasamanos”, comenta con orgullo. Lo que antes era un descenso temerario por la calle 68C ahora es un trayecto más seguro. Cada escalón es un testimonio del poder de la comunidad, de cómo la voluntad compartida puede cambiar hasta los peldaños más empinados.

 

Escaleras en el barrio Los Cedros, como subiendo un cedro

Número de escalones: 143

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En Los Cedros, entre la carrera 19 con calle 45B, la rutina es un constante subir y bajar. Los 143 escalones que conectan con la calle 45B son testigos silenciosos de los esfuerzos diarios de sus vecinos. “Esto no es un gimnasio, pero parece”, comenta un residente entre risas. Aquí, cada subida es una prueba de resistencia, y cada bajada, un respiro corto antes de enfrentar el siguiente desafío.

 

Subiendo y bajando las escaleras en el barrio Andes

Número de escalones: 411

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En el barrio Andes, las escaleras son más que un camino: son un ritual colectivo. Tatiana Robles describe cómo cada escalón une a la comunidad. “Cuando alguien tiene un trasteo, todo el mundo ayuda; aquí nadie sube solo”. Estas palabras resuenan con el esfuerzo compartido de cargar muebles, bolsas o simplemente el peso del día. Pero también hay cansancio: la falta de mantenimiento y el deterioro hacen que el ascenso sea un reto constante. A pesar de todo, los habitantes no se rinden; cada peldaño que superan es una pequeña victoria frente a la montaña.

 

Las escaleras sin barandas del barrio El Zafiro

Número de escalones: 256

En voces

Los escalones húmedos y sin barandas de El Zafiro son una amenaza latente. Lady Johana Nieto recuerda con dolor la historia de doña Cenelia, quien perdió la vida tras una caída. “Aquí no se puede caminar sin cuidado”, asegura. Pero no solo es la estructura lo que falla; también falta apoyo institucional. Para los vecinos, estas escaleras son un recordatorio constante de que el peligro no descansa.

 


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