El registro del jaguar

Foto | Tomada de video | LA PATRIA 

El registro del jaguar, a través de una cámara trampa en el Magdalena caldense, en agosto del año pasado. 

Autor

Carlos Urrego
LA PATRIA | Manizales* 

“Es una belleza de animal. La gente debería estar orgullosa de tener ese jaguar en su tierra, en sus bosques. Es un gran atrayente de turismo, de emoción, de cosas muy buenas. El individuo se ve sano”.

Eso dice Esteban Payán Garrido, biólogo y líder del programa Grandes Felinos para América Latina de Wildlife Conservation Society (WCS), sobre un video de 10 segundos en el que se observa un jaguar en el Magdalena Caldense.

El jaguar (Panthera onca) es el felino más grande de América. Puede pesar los 100 kilos, su mordida es tan fuerte que rompe caparazones de tortugas y, con sus manchas –rocetas- se diferencian unos de otros. 

Estos animales, sigilosos y solitarios, se pasean por el continente, desde Estados Unidos (donde está casi extinto) hasta la Patagonia Argentina, aunque sus números son cada vez menores, ya que, según la Lista Roja de la UICN, se considera como una especie casi amenazada.

En Colombia se podría decir que sus poblaciones se diferencian por bloques. El más grande es el amazónico, también pasean por los Llanos, en la Sierra Nevada, las poblaciones conviven en el Chocó biogeográfico y también en el Magdalena Medio. Pero, al igual que en el resto del continente, están a unos pocos pasos de la extinción.

El jaguar que se registró en Caldas hace parte de este último bloque, a una altura menor a los 1.500 metros sobre el nivel del mar y pesa unos 70 kilos, según los expertos.

Esa población del Magdalena Medio está conectada hacia el norte con la Serranía de San Lucas y es importante porque hace como de bisagra entre las poblaciones grandes del Chocó biogeográfico, las del oriente del Llano y de la Amazonía”, explica Payán Garrido.

El registro de este gran felino se realizó gracias al proyecto Magdalena Caldense: Patrimonio Biocultural, financiado por el Sistema General de Regalías, en el que trabajan de manera conjunta la Universidad de Caldas, la Universidad de Manizales, Bios y varias asociaciones de turismo comunitario y medio ambiental.

 

Una joya para los bosques caldenses

La última vez que se vio un jaguar vivo en Caldas fue en 1999. Era un adulto cazado por agricultores como represalia por comer ganado en Riosucio. 

Luego, en 2021, un artículo científico reportó una huella en el Magdalena Caldense y se hizo un fuerte llamado para llevar a cabo acciones para evitar su extinción local en el departamento. “Creemos que este remanente de bosque debe ser priorizado y considerado en el presente y futuro de la conservación por parte de la autoridad ambiental”. No muchas acciones se llevaron a cabo.

Juliana Andrea Díaz Ocampo hace parte de una de las asociaciones que participan en el proyecto. Vive del turismo ambiental y comunitario y está convencida que se puede lograr una mejor relación entre el medio ambiente y los seres humanos. 

Magdalena Caldense, patrimonio biocultural, tiene como uno de sus objetivos brindar herramientas a estas personas para llevar a cabo procesos turísticos sostenibles y sustentables basados en la biodiversidad. Juliana fue la encargada de instalar la cámara trampa que registró el jaguar.

“Nos dejaron tres cámaras trampa y nos fuimos a una finca en donde decían que habían visto un jaguar. Nos tocó ir a caballo y nos demoramos como seis horas”, afirma Díaz Ocampo. 

Luego de clases teóricas y prácticas para entender el fototrampeo, lograron ubicar los artefactos con la esperanza de hacer algún registro.

“Cuando se recogieron las cámaras, mi hermana sacó la memoria, ella empezó a mirar y no vio nada. La segunda y nada. Estábamos muy aburridas hasta que llegó la tercera y vimos esa belleza. Yo me sentí muy contenta y ahí mismo escribí al grupo del proyecto y todos se pusieron muy felices”, recuerda.

Aunque en Caldas no hay plan de conservación de estos animales, solo de manejo de conflictos, hay una mirada distinta. Incluso el dueño de la finca en donde se hizo el registro comentó que le gustaría poner nuevas cámaras para poder verlo más.

 

Importancia del registro

Vanessa Serna Botero es la coordinadora de los estudios biológicos del proyecto y asegura que este tipo de registros es una oportunidad para explicar los beneficios que le brinda un jaguar al ser humano. Sus servicios ecosistémicos tienen que ver con el control de poblaciones. Por ejemplo, en otros países en donde ya no está este gran felino, hay comunidades humanas con infestación de diferentes animales.

Para Garrido Payán, la presencia del jaguar tiene relación incluso con la calidad del agua, pues evita erosión y ayuda a que haya mayor vegetación. Y, desde lo turístico, la oportunidad de mostrar una huella o el sitio en donde camina un animal como el jaguar, puede llevar a cientos de turistas al lugar y beneficiar a la comunidad sin afectar la biodiversidad.

Serna Botero comenta que este registro es valioso, no solo en lo investigativo sino en la apropiación social del conocimiento, ya que la participación de la comunidad fue directa.

Este tipo de registros son un llamado, aseguran los investigadores y las mismas comunidades, a potenciar los procesos de conservación y de relacionamiento entre el ser humano y estos animales. Que su belleza y beneficios puedan seguir caminando por los bosques del Eje Cafetero y Colombia.

 

Números a la baja

El declive en el número poblacional de estos felinos, según la WWF, obedece a la pérdida y degradación de hábitat por el crecimiento de la frontera agropecuaria, la minería y la explotación forestal, el tráfico ilegal, conflictos con humanos y el cambio climático.

*Docente de la Universidad de Manizales y editor de la revista Eureka

 


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