Ésta es la primera vez que envío una columna sin un director que la lea antes de que salga publicada, y eso me inquieta.
En agosto de 2015, recién retornada a Manizales para gerenciar la Corporación Cívica de Caldas, le pedí cita a Nicolás Restrepo Escobar, director de La Patria desde 2001, para explorar la posibilidad de un espacio:
―La Corporación quiere recuperar la columna en La Patria.
―Las instituciones no tienen columnas. Las empresas no opinan; sólo opinan las personas.
―Entonces Adriana quiere columna.
―¿Cuándo empieza?
―Cuando se pueda.
―Tengo un espacio quincenal los lunes. Tendría que mandarla mañana viernes.
Y así fue.
En ese breve diálogo recibí lecciones que he tardado años en procesar. Mis primeras columnas fueron muy institucionales. Sólo con el tiempo dimensioné el costo de la frase “opinan las personas”. Escribir desde una voz personal exige desnudarse y publicar implica exhibirse desnudo, con defectos e imperfecciones, ante demasiados ojos. A veces divierte, pero muchas veces sonroja.
Escribir es un ejercicio solitario, así que los lectores previos a cada publicación son valiosa compañía. Son arqueros que atajan gazapos, inconsistencias, oscuridades. De las 354 columnas que le envié a Nicolás hasta el domingo pasado, él guardó riguroso mutismo sobre casi todas. Supe que las recibió porque las vi en la edición de domingo. Sólo me comentó en contadas ocasiones: una vez me salvó de meter la pata con la cifra de los kilómetros que hay entre Manizales y Palestina y en otra oportunidad me alertó sobre una noticia falsa que yo estaba dando por cierta. Me escribió alguna línea cálida sobre mis textos de tono más personal, y eso fue casi todo. Su silencio fue la mejor expresión de su talante: pensamos distinto y me trató con una prudencia y un respeto que valoro con enorme gratitud.
Los medios de comunicación se parecen a los equipos de fútbol: tienen gerentes, pero lo que le interesa al público es saber quién es el director o el técnico, porque es quien tira línea. La visión de un director de prensa tiene muchas formas de plasmarse, pero las páginas de opinión son su expresión más explícita. En ellas aparece su propia voz, a través del editorial, pero el director también define su nómina de columnistas y Nicolás, en busca de pluralidad, invitó a opinadores de distintas vertientes, incluyendo a los que a veces escribimos en contravía del editorial.
Algunos dicen que La Patria es un periódico muy conservador y efectivamente hace un siglo estuvo vinculado a ese partido. Pero hoy veo conservador ese señalamiento de antaño. Entre los legados del director saliente está el haber modernizado la agenda informativa, junto con una sala de redacción joven y profesional: se comprometió con el “Sí” en el plebiscito de 2016 y garantizó amplio espacio a historias sobre conflicto armado, sectores Lgtbiq+, medio ambiente y denuncias de corrupción que incomodan al poder local. Asimismo, innovó en canales para las nuevas audiencias, desde La Patria Radio hasta Tik Tok. Además, a diferencia de sus antecesores, Nicolás nunca ocupó cargos públicos y sus 22 años al frente de La Patria, la dirección más larga que ha tenido este diario, aportaron estabilidad e independencia.
Estaba estrenando su cargo cuando mataron al subdirector Orlando Sierra. Fue un golpe demoledor, pero no el único. Afrontó crisis en el precio del papel, recortes de nómina y presiones que no faltan cuando se dirige el medio de mayor influencia regional. Ante esas insinuaciones su sello fue la discreción. Supe que recibió quejas por varias columnas mías, pero me enteré por amigos de los quejosos, ya que nunca hablamos de eso. Si le dijeron “pídale que se modere” debo informar que siempre se abstuvo. Respaldos así hacen posible la libertad editorial.
Hace una semana La Patria anunció la renuncia de Nicolás Restrepo al doble cargo de director-gerente y no aclaró quién quedará en la dirección. Me entristece su salida y le agradezco sus enseñanzas y consejos. Un día me dijo que el buen columnista es, en primer lugar, el que envía sus textos a tiempo, y en eso voy bien. Lo que no pude lograr fue escribir columnas de máximo 650 palabras. Reciba como un regalo las 50 que hoy también me quedaron sobrando.