No conozco a Juan David Correa, pero lo he leído y lo admiro. Juan David renunció esta semana a su cargo de editor en Planeta por la decisión que tomó esa empresa de censurar el libro “La Costa Nostra”, que la valiente periodista Laura Ardila escribió sobre el clan Char-Daes en Barranquilla. “Ante la decisión corporativa de cancelar esta seria y sólida investigación periodística mis posibilidades y legitimidad han sido diezmadas”, explicó Juan David en un mensaje para los escritores con los que trabajó en el último lustro, en el que logró consolidar un fondo editorial que es un deleite para los amantes de la literatura, pero es además una apuesta política por un país más incluyente, en el que quepa el disenso frente a las verdades oficiales. Justo lo que Laura Ardila busca con su libro, que espero leer pronto.
La renuncia de Juan David Correa a Planeta fue calificada por diversas voces como un acto de dignidad; como un gesto que lo dignifica a él como intelectual, porque ante los atropellos del poder el ser humano tiene su dignidad para anteponerse. La misma dignidad que mostró la periodista de Medellín Ana Cristina Restrepo, quien estaba escribiendo un libro sobre las madres de los desaparecidos y renunció a publicarlo con Planeta ante la censura cometida contra Laura Ardila, y por supuesto la dignidad que muestra Laura en cada texto y entrevista, cuando ratifica que su investigación es sólida, que está suficientemente documentada y que su lucha al denunciar la censura y buscar publicar su libro no es un asunto personal sino la defensa del trabajo de otros periodistas y escritores que pueden sufrir el mismo acoso, y sobre todo es la defensa del derecho que tiene la ciudadanía a recibir información de calidad para tomar decisiones.
A raíz de este episodio pensé en el valor de la palabra dignidad. En el año 2000 vi en el Festival de Teatro de Manizales “La ciudad sitiada”, del grupo Micomicón, de España. Recuerdo los colores tierra de la muy sobria puesta en escena y un monólogo en el que una mujer decía: “Dignidad...La dignidad está para cuando las cosas abundan. Para comer hay que guardarse la dignidad en el bolsillo. La dignidad...Al principio es asqueroso, pero a todo se acostumbra una. Más asco me da el hambre”. Ese texto se me grabó porque cuando se habla de dignidad surge el asunto del privilegio: “renuncia porque puede”, “critica porque puede”, asumiendo que sólo en la prosperidad y la fortuna se pueden realizar gestos dignos. Sin embargo, tanto el arte como la vida evidencian que la dignidad humana, la misma que aparece como fundamento al comienzo de nuestra Constitución Política, se fortalece en la adversidad y la carencia, y por eso surgen héroes entre personas anónimas que ante circunstancias oscuras se convierten en luz. Dignidad es, por ejemplo, lo que miles de víctimas del conflicto armado en Colombia, como las madres de Soacha, han exhibido como escudo para resistir tantos atropellos.
“Dignidad” fue una de las 13 palabras seleccionadas para la colección “Futuro en tránsito” que editó la Comisión de la Verdad en 2020. De los diálogos con víctimas surgió una lista de palabras claves para el proceso de paz y reconciliación, como territorio, respeto, perdón, fanatismo, acuerdo, comunicación y diversidad, entre otras. 39 autores fuimos invitados a escribir ensayos sobre los vocablos seleccionados, tres por cada palabra. Juan David Correa escribió para el volumen “Dignidad” y allí reflexionó sobre la muerte de sus abuelos en Armero y la dignidad de su madre y tantos sobrevivientes para sobreponerse a esa desgracia. El escritor construyó su texto a partir de poemas y fragmentos de libros de diversos autores porque, como bien lo dice él: “aunque las palabras no alcanzan para dar cuenta del horror de las víctimas sí le dan un lugar simbólico. Este ejercicio es, creo yo, una restitución de la dignidad”.
Gracias infinitas a quienes resisten a la censura con dignidad, para beneficio de todos.
Nota al pie: hablando de dignidad, ya están a la venta los abonos para el Festival Internacional de Teatro de Manizales, nuestro más digno espacio de resistencia cultural.