El miércoles Manizales cumplió un año de haberse convertido en burla nacional. La firma del convenio entre la Alcaldía y Líberland provocó no sólo una oleada de chistes y memes sino que además trajo un efecto político comprensible: la gente dejó de tomarse en serio al alcalde.
Cuando Carlos Mario Marín publica vídeos en Tik Tok, Instagram o Facebook la gente reacciona con comentarios burlescos o con reclamos por el estado de la ciudad. El alcalde no asiste a eventos públicos masivos y en los actos sociales evita coincidir con el gobernador de Caldas, con quien mantiene una tensa relación.
Y sin embargo valdría la pena ponerle más cuidado a Carlos Mario porque en los últimos meses sufrió una transformación sensible: dejó de hablar como alcalde, exconcejal o politólogo y ahora habla como pastor de iglesia cristiana.
Es tradicional que el día de las elecciones se realice un acto solemne antes de las 8:00 a. m. en el que suena el himno nacional y ante la bandera de Colombia las autoridades declaran abiertas las urnas. El 29 de octubre el gobernador presidió esta ceremonia a la misma hora en la que el alcalde hizo una transmisión a través de Facebook desde su casa. Dijo que quería reflexionar sobre “el falso poder y lo que significa la verdadera autoridad”, agradeció a Dios por la oportunidad que le brindó estos años y relató una historia de Jesús en Cafarnaúm haciendo milagros junto al mar de Galilea. Luego citó a Romanos 13 para decir que “todos los seres humanos debemos someternos a las autoridades que vienen de arriba” y que no hay poder en la tierra que no haya sido establecido por Dios. Mencionó al Rey David, ungido por Dios, y luego explicó que “cuando pensamos en El Cable y algunos intercambiadores que no pudimos inaugurar entendimos que ese poder lo estamos pasando a otras personas que serán ungidas por todo un pueblo y que los hombres y mujeres no tienen que estar esperando el aplauso de nadie porque toda la gloria es para Dios Jehová”.
Los 15 minutos del vídeo los dedicó a una prédica religiosa en la que leyó versículos y se refirió a su reciente viaje a Israel. Contó el encuentro con un joven que salió de la droga, y con la voz quebrada afirmó que ese fue un milagro que se obró por el ministerio que Dios le dio al permitirle ser alcalde. Al cierre recordó al profeta Isaías y dijo que quiere levantar las manos al cielo y decirle a Dios “heme aquí, qué quieres que yo haga”.
Esta semana en una entrevista en Red+ Noticias dijo que en su mandato multiplicó los panes y los peces con el presupuesto local y que el propósito que tiene con su esposa es “ser líderes legendarios y clarividentes donde nos ponga Dios”. El discurso místico también aparece en la carta que le envió al entonces candidato Jorge Eduardo Rojas, en la que cita once veces a Dios y al Espíritu Santo; afirma que en su viaje a Tierra Santa “el Señor, quien es nuestro pastor, nos habló de manera directa al corazón”; se refiere a “nuestros valores de condición cristiana”, y agrega: “me ha enseñado el paso por este mandato que como lo dice la palabra de Dios en el Proverbio 15 en su versículo 18: el hombre iracundo promueve contiendas, más el que tarda en airarse apacigua la rencilla”.
El presidente de Francia Charles De Gaulle, fervoroso practicante católico, se negaba a comulgar en público y no se dejaba fotografiar en iglesias porque consideraba que su práctica religiosa debía ser íntima ya que todos sus actos debían representar a la totalidad del pueblo francés, que se define como un Estado Laico. Colombia también lo es y en consecuencia cada cual tiene derecho a creer en lo que desee: el alcalde, por supuesto, puede entregarse a la fe que le dé mayor paz espiritual, pero me inquieta la peligrosísima mezcla entre religión y política, el apelar a los juicios celestiales para minimizar responsabilidades políticas terrenales, y me pregunto además qué queda hoy del Carlos Mario Marín por el que votaron 75.697 manizaleños hace cuatro años.