Por fin terminan estos meses de campañas deslactosadas, en donde las ideas políticas fueron sustituidas por dummies, selfies y flyers, para usar el lenguaje de publicistas forzados a llenar con imagen y extranjerismos la falta de contenido. No recuerdo un proceso electoral tan desprovisto de emoción e interés como este. El único logro del alcalde Carlos Mario Marín fue evidenciar que cualquiera puede ganar y hoy el tarjetón trae 10 nombres, que en su mayoría quedarán por debajo del voto en blanco, el voto nulo y el margen de error de las encuestas.
Está bien que la democracia convoque a muchos, pero es irrespetuoso con la ciudadanía y la democracia montar proyectos políticos como si fueran emprendimientos caseros, con propuestas concertadas entre el candidato y la almohada. No espero que Jorge Eduardo Rojas haga una Alcaldía mejor que la de Carlos Mario, porque eso lo logra cualquiera. Espero que le cumpla a las familias desplazadas del macrodesastre de San José, que reclaman soluciones desde su Alcaldía pasada, y lamento que su triunfo equivalga en términos políticos a una reelección de Octavio Cardona, quien ganó en 2015 con el apoyo de Rojas y hoy devuelve ese favor. Es increíble (en realidad no) que tantos indignados con el caso de Mario Castaño y las Marionetas premien hoy a sus aliados.
Espero que Paula Toro ejerza un control político riguroso desde el Concejo. Una voz independiente, como la que ella asegura tener, sería valiosa en una corporación en la que el alcalde contará con peligrosa unanimidad. El Concejo seguirá tan lánguido y tan lleno de personajes grises y cuestionados como Víctor Cortés, quien aspira a reelegirse con el aval entusiasta del Partido Liberal, pese a que la Fiscalía le imputó hace dos años y medio delitos sexuales contra menores de edad.
La campaña a la Gobernación de Caldas devela la pobre capacidad de análisis político que reina acá. Es vergonzoso que el debate haya girado en torno a si Henry Gutiérrez es o no el candidato del presidente Gustavo Petro, cuando cualquier seguimiento a la trayectoria del progresismo en este departamento y a las votaciones del exconcejal y exdiputado Gutiérrez evidencian que los 187.000 votos que Petro sacó en segunda vuelta en Caldas no se deben a Mauricio Lizcano, quien, oportunista como siempre, se montó en ese tren pocos días antes de las elecciones. Ojalá Henry Gutiérrez tuviera relación directa con Petro a ver si desempantana cualquiera de los proyectos que necesitan apoyo del Gobierno nacional, y que están quietos como todo lo de este Gobierno twittero y paquidérmico.
El problema es que Henry no tiene ese alcance. Su padrino es Mauricio Lizcano, de quien se asegura que saldrá en cuestión de días del Mintic. Para el círculo petrista, Henry es un desconocido y Lizcano será el exfuncionario que estuvo detrás del escándalo de las plumas de ganso y del fracaso en la elección de Angélica Lozano como presidenta del Congreso.
Muchos de los que votamos por Petro (y volveríamos a hacerlo porque Rodolfo Hernández fue y es impresentable) nos negamos a dar un voto que le aumente el poder al cacique local Mauricio Lizcano. Esa simpleza no la pudo leer la derecha que se acercó a la campaña de Luis Roberto Rivas. El exgerente de la Licorera pudo atraer votos indecisos o antilizcanistas, pero desaprovechó esa oportunidad con mensajes como “para que Caldas sea territorio antipetro”. Ese slogan emociona a los seguidores del Centro Democrático, que estuvieron desde el día uno con Rivas, pero espanta a miles de votantes huérfanos de candidato, a quienes nos resulta intolerable la intolerancia hacia la izquierda.
Lo leí y recordé cuando en 2019 en el Congreso Carlos Felipe Mejía le gritó a Petro: “usted es el que sobra aquí, senador” y Petro le contestó: “el día que seamos gobierno no le diremos a usted ni a los que son como usted que sobran”. Hoy Petro es Gobierno y ese odio a la izquierda, tan fértil y tan miope, me lleva a concluir que la estrategia de campaña de Rivas erró en el blanco. En consecuencia, para Alcaldía y Gobernación votaré en blanco.