En esta tierra tan fértil para los políticos impresentables Humberto de la Calle Lombana es como un rinoceronte blanco nacido en Manzanares: una especie exótica en vías de extinción.
De la Calle habría sido un buen presidente, pero ya no lo fue. Su aventura electoral de 2018 para aspirar a ese cargo terminó en un descalabro en votos que lo obligó a abrir una cuenta en Vaki para pagar la deuda que le dejó su campaña. Ni siquiera yo, que soy fan suya, voté por él: me generó repelús verlo en una foto con Mario Castaño, pero luego supimos que ese apoyo era solo para la foto, porque los liberales locales, que suelen ser tan godos, trabajaron para Iván Duque. El liberalismo de Caldas lleva años de coqueteo cercano con el Centro Democrático y en eso De la Calle también es un rinoceronte blanco: un liberal coherente con las ideas liberales.
En 2022 ganó una curul en el Senado por el partido Verde Oxígeno, de Íngrid Betancourt. Ella, que desde Francia no alcanza a ver dónde están las maquinarias políticas, lo expulsó de su partido y mejor para él porque el Consejo de Estado acaba de dejar en firme su curul. De la Calle es libre para decir y hacer lo que piensa, sin pedir permiso ni aval porque no tiene jefes, y esa autonomía ya la empieza a reconocer la ciudadanía: en el último Panel de Cifras y Conceptos fue el senador más destacado por los líderes de opinión del país, un honroso lugar que ocupó durante diez años consecutivos otro senador caldense: Jorge Enrique Robledo, quien acaba de sufrir un descalabro electoral.
De la Calle brilla ahora en el Senado, pero éste es apenas otro de los escenarios en los que ha trabajado para sacar a Colombia de la caverna política. Los dos hitos históricos más trascendentales y positivos para el país en las últimas décadas fueron la Constitución de 1991 y los diálogos de paz de La Habana que llevaron a la desmovilización de las Farc en 2016, y ambos procesos tuvieron a Humberto de La Calle como protagonista.
Con ese legado monumental cualquier político podría retirarse a descansar. O en su caso a escribir porque De la Calle es un intelectual humanista metido en la política y esos sí que están desapareciendo. En la pasada Feria del Libro de Manizales presentó su novela “La inverosímil muerte de Hércules Pretorius”. Ante una audiencia numerosa y embelesada habló en el Óculo del Centro Cultural Rogelio Salmona sobre su época nadaísta como estudiante y profesor de derecho en la Universidad de Caldas, sobre las tertulias literarias del grupo de las 13 Pipas y sobre los libros y autores que más le gustan.
Esa podría ser su vida actual, la de leer, escribir y tertuliar, pero decidió volverse Senador y ahora empuja un proyecto de ley para eliminar el servicio militar obligatorio, otro para regular el derecho a la eutanasia, y además vigila todo lo relacionado con la política de Paz Total que promueve el presidente Gustavo Petro.
Sus alertas sobre la Paz Total provocaron un comunicado de las disidencias de las Farc al mando de Iván Mordisco (y hay que escribirlo así, largo, porque decir “el comunicado de las Farc” desconoce que las Farc dejaron de existir precisamente por la labor de De La Calle), un texto que es un monumento a la canallada. Iván Mordisco, el mismo que Iván Duque y su ministro de Defensa Diego Molano aseguraron que había sido dado de baja en un operativo del ejército, ahora amenaza y ataca a De la Calle: “usted que toda la vida ha vivido del negocio con la paz, ahora vuelve a impulsar el negocio de la guerra”, escribe un señor que vive con el fusil terciado. La oleada de apoyos de todos los sectores políticos hacia Humberto de la Calle evidencia no solo el reconocimiento público que merece este político al que le debemos tanto, sino también el ostracismo ideológico en el que viven las disidencias de las Farc, con un pie en la retórica de los años 60 y otro en el narcotráfico, de donde sacan el flujo de dinero que impide su extinción.