Cuando la realidad se pone agreste luce aún más acogedor el refugio que ofrecen los libros. En un mes serán las elecciones y se espera que los columnistas escribamos sobre eso. ¿Qué decir? lamento que los congresistas Guido Echeverri y Juan Sebastián Gómez no se unieran en torno a candidatos apoyados sólo por ellos, para empezar a consolidar alternativas de poder viables y sin respaldos dudosos, que nos permitan al menos soñar con sacudirnos del lastre de los herederos de Mario Castaño, del Centro Democrático, de Mauricio Lizcano y del alcalde Carlos Mario y su inefable primo. El panorama que tenemos es el de una inédita dispersión de aspirantes con egos que contrastan con su minúscula intención de voto, mientras que los poderosos de siempre celebran por anticipado porque conocen una máxima que no falla en época electoral: divide y reinarás.
― ¿Qué queremos?
―Queremos cambio
― ¿Por quiénes vamos a votar?
―Por los mismos.
Me escampo de este aguacero en los libros. Leí “Mi vida en estaciones”, las memorias que la riosuceña Helena Benítez de Zapata escribió en 1987, un año antes de la primera elección popular de alcaldes. No es posible celebrar a un escritor sin leer sus obras (de hecho, creo que el único homenaje que le interesa a un autor es tener lectores), pero el caso de Helena Benítez sorprende porque la escritura fue apenas una de las múltiples facetas de esta mujer adelantada a su tiempo: fue maestra, periodista en La Patria y Radio Manizales a finales de los años 40; directora de la Biblioteca Departamental y a partir de 1958 trabajó en Cali como relacionista pública y música: compuso el pasodoble “Feria de Cali” y varias canciones que interpretó Helenita Vargas.
Todo lo hizo en una época en la que el rol esperado para las mujeres era ser amas de casa, y en ese contexto brilla su nombre como primera alcaldesa de Colombia.
Ocurrió en abril de 1955, cuando Helena Benítez tenía 39 años, un trabajo en la Gobernación y un nuevo marido luego de haber quedado viuda por la violencia bipartidista. Cuenta que le pidieron ir al despacho del gobernador, el brigadier Gustavo Sierra Ochoa, designado por el general Gustavo Rojas Pinilla, quien la saludó: “¿Cómo está la alcaldesa de Riosucio?”, con el decreto de nombramiento firmado. Como militante conservadora había reclamado el voto femenino al lado de copartidarias como Josefina Valencia de Hubach y Ofelia de Wallis, y de la liberal Esmeralda Arboleda, pero jamás imaginó ser alcaldesa y la noticia la dejó, según sus palabras, medio aturdida. “Algo me preocupaba sobre todas las cosas. Debía viajar a Riosucio, pero dejar a mi familia en Manizales, mi esposo, mi madre, mis cinco hijos y tres sobrinos que vivían en mi casa”. El mayor de los niños tenía 10 años y esa angustia por equilibrar el rol maternal con el laboral se resolvió como se sigue haciendo hoy: gracias al apoyo de su red familiar.
Fue alcaldesa del 55 al 57 y dejó el cargo pocos días antes de la caída de Rojas Pinilla. En su libro narra múltiples anécdotas, desde haberse posesionado sin conocer el presupuesto del municipio, hasta el desengaño por sucesores que se llevaron el crédito por obras que ella realizó. Cuando llegó a la Alcaldía muchos funcionarios temían por su puesto, pero ella los tranquilizó: “hay dos cosas con las cuales no transijo, la pereza y la deslealtad, sería por lo único que yo firmaría una destitución”.
Priorizó la educación y la cultura, convocó un concurso para proveer la dirección de la biblioteca municipal, inició la construcción de una concentración escolar en el casco urbano, una escuela rural en El Jordán y un muro de contención en el cerro del Ingrumá. “Se pueden realizar múltiples obras en una localidad cuando se cuenta con voluntad y decisión, pero sobre todo si se maneja con honestidad”. Ante una propuesta corrupta que le hicieron reflexiona: “ésta es una de las posiciones administrativas más propensas a esta clase de chantajes, forma de prueba para quien no disponga de una sólida formación moral”.
Lealtad, honestidad, formación moral, hacer obras. Veo las redes sociales de varios candidatos y confirmo que Helena Benítez, la primera alcaldesa de Colombia, hizo política en un tiempo ido.