Las campañas electorales parecen un concurso de frases huecas, una repetición de lugares comunes que regresan en cada temporada. Lo de copiar y pegar lemas parece menor ante candidatos que plagian programas de gobierno, pero las palabras merecen atención y por eso vale la pena revisar los mensajes de aspirantes que van por foros y emisoras repitiendo un mismo parlamento.
“Necesitamos un gerente” es un eslogan que le fascina a sectores privados que se ven a sí mismos como gerenciales. Detrás del halo administrativista algunos infieren promesas de austeridad, meritocracia y eficiencia, como si la corrupción fuera exclusividad del sector público. Digo algunos porque otros oímos a un político diciendo “gerencia” y pensamos en “negocio” y privatización. Un gerente también puede ser un repartidor de la cosa pública entre amigos que luego serán contratistas, con una tarea tan bien hecha que no levante sospechas. ¿Dónde quedan el interés público y el debate ideológico en estas visiones que reducen las gobernaciones y alcaldías a asuntos de gerencia? ¿En qué lugar quedan las minorías y las inversiones que no son rentables en balances de Excel, pero son urgentes en términos de equidad? Debatir y disentir son ejercicios esenciales en una democracia, aunque en términos gerenciales luzcan como ineficientes pérdidas de tiempo o cosas de mamertos.
Otras frases huecas son las mil maromas que hacen los candidatos para argumentar por qué, contra toda evidencia, sí están convencidos de la importancia de abrir espacios para las mujeres en política. Aunque las listas sean mixtas, las vallas, tarimas y calcomanías dejan claro que las elecciones siguen siendo un asunto de varones, con escasas excepciones. Ante tamaño desequilibrio ellos se defienden diciendo que en su equipo están la mamá, la esposa, la hija, la tía, la prima y la vecina, y suben a redes sociales imágenes que refuerzan ese estereotipo de la mujer cuidadora. ¿Dónde están las estrategas de las campañas con cargos directivos y de decisión? ¿las futuras secretarias de despacho? Supe de un foro en el que alguien le llamó la atención a un candidato por la ausencia de mujeres en su campaña y al final él le pidió: “invita a tus amiguitas para que me ayuden”.
Podría seguir con el inventario de clichés de campañas deslactosadas de ideas políticas, pero quiero detenerme en el más peligroso de todos: “lo que importa es la persona, no el partido”. Se trata de una falacia que induce a error al votante, quien acude a las urnas convencido de respaldar a una buena persona, cuando en realidad está apoyando a alguien que incluso puede ser la antítesis de lo que el sufragante desea.
“El que la gente quiere” dice el simpático Henry Gutiérrez, aunque ese querer le dé aún más poder al Clan Lizcano. Ese fenómeno de votar por uno para darle poder a otro se ve con mayor riesgo en concejos y asambleas, porque nuestro sistema de listas abiertas junta peras y manzanas dentro de un mismo saco, de forma que el voto por el compañero de colegio, el vecino o el conocido, en realidad suma al partido y ayuda a que otro político logre la curul. Lo que importa no son las personas sino, en primer lugar, el partido, debería ser el encabezado de cualquier pedagogía electoral.
“Lo que importa es la persona”, puede decir cualquiera que sienta afinidad por algún aspirante de la lista al Concejo de Manizales por el Partido Liberal, sin saber que su voto ayudará a darle de nuevo curul a Víctor Cortés, imputado por delitos sexuales contra menor de 14 años. “Lo que importa es la persona”, puede pensar quien respalda un rostro confiable del Partido Verde, aunque ese voto ayude a subir a los aliados de Carlos Mario Marín y su primo. Este mismo ejercicio se puede repetir con cada lista.
¿Qué hacer? Revisar en serio, con lupa, todos los miembros de la lista por la que piensa votar, preguntarse quién tiene más chance y quién está detrás de ese grupo o partido, porque su voto, en primer lugar, reforzará el poder de ese cacique.
Me dirán que si eso es así de complicado entonces “da lo mismo votar por cualquiera”. Esa, por supuesto, es otra frase hecha.