Esta semana la Procuraduría destituyó a los cinco policías del Esmad de Popayán que, según escribió Alison Meléndez en su muro de Facebook, “me bajaron el pantalón y me manosearon hasta el alma”. Esto ocurrió en la noche del 12 de mayo de 2021, en el marco del paro nacional. Al día siguiente Alison se suicidó.
Alison era hija de un policía que luchó para que el caso no quedara impune y esa condición lo une a otro miembro de la Fuerza Pública: un sargento en retiro denunció esta semana que su hija, soldada del Batallón Ayacucho, fue violada por un militar.
(Escribo “soldada” y no “soldado”. Alex Grijelmo, coordinador del Libro de Estilo del El País, de España, enseña: “no hay razón para que el ámbito militar quede fuera de la progresiva feminización de cargos que avanza en la sociedad”).
La historia de esta soldada se remonta a febrero: después de 30 años el Ejército reactivó el servicio militar voluntario femenino en Colombia. 1.200 mujeres entre 18 y 23 años se incorporaron a distintos batallones con la ilusión de recibir un bono mensual de $348.000, uniformes, alimentación, alojamiento y la posibilidad de seguir la carrera militar. Pronto serán 5.000 soldadas, de las cuales 72 ingresaron al Batallón Ayacucho, en un proceso de apertura acorde con los discursos de equidad de género. ¿Qué podría salir mal?
En 2020 escribí sobre los cantos misóginos en el Batallón Ayacucho. El Ejército, en actitud negacionista, intentó echarle tierra al asunto con una investigación disciplinaria contra nueve uniformados, como si ellos fueran los únicos que en la historia de la milicia hubieran cantado esas letras y el debate fuera impertinente.
El problema no son los cantos sino lo que develan: la cultura de hombres que ven los cuerpos de las mujeres como botín de guerra para disponer a su antojo. Así lo documentó la Comisión de la Verdad en el volumen “Mi cuerpo es la verdad”, en el que explica que el militarismo busca someter a la población civil a la disciplina y al control militar y como doctrina “contribuye a reafirmar el modelo de masculinidad tradicional que agudiza la violencia contra las mujeres”. Por eso tantos movimientos feministas son antimilitaristas.
Las consecuencias de sumar patriarcado y armas explotan a veces en titulares. Entre 2017 y 2019 Medicina Legal reportó 241 casos de violencia sexual en los que el agresor fue miembro de la Fuerza Pública. En junio de 2020 siete soldados violaron a una niña embera en Risaralda. Este año se conoció que en San José del Guaviare la Fiscalía investiga a 118 miembros del Ejército por abuso sexual contra niños indígenas. (¡Niños!)
En este contexto, lo ocurrido esta semana no es un caso aislado de una manzana podrida, que suele ser el discurso militar para lavarse las manos. El papá de la soldada violada le narró a Semana que el mayor Luis Alfonso Montes Rojas, oficial de operaciones del Batallón Ayacucho, invitó el viernes 21 de julio a su hija y a una compañera a escapar del turno de centinelas e ir a tomar cerveza. El militar les ayudó a volarse y en una discoteca le ofreció a la víctima un licor que al parecer tenía una sustancia. “Mi hija dice que no se acuerda sino hasta el otro día cuando despertó desnuda en la habitación del oficial, allá en el casino del batallón, adolorida y con hemorragia en sus partes íntimas”.
Quedan muchas preguntas: ¿Quién porta sustancias para llevar a la inconsciencia? ¿Por qué el Batallón sólo informó a los papás de la soldada un día después? (cuando el tiempo apremia para la práctica de pruebas en Medicina Legal). Que un papá, sargento retirado, acuda a la prensa para denunciar, revela su desconfianza en los procesos internos del cuartel. ¿Si no acude a los periodistas, nos habríamos enterado de este caso? ¿Si la denuncia la presenta una soldada rasa ante sus superiores le habrían creído? ¿Cuál será el subregistro en estos delitos? ¿Hay estadísticas sobre violaciones a hombres?
Espero que nadie tenga que padecer algo similar y que los cuarteles sean un lugar seguro para quienes allí pernoctan y para quienes se incorporarán en el futuro. Sin embargo, por los antecedentes, es factible dudar.