Son muchas las fundaciones que, con esfuerzo y sacrificio, realizan labores sociales de alto impacto en las comunidades vulnerables de Manizales. No la tienen nada fácil, pues son bastantes las necesidades y poca la plata disponible. En esta oportunidad quiero referirme a la Fundación Niños de los Andes, que hace pocos días, como ya es tradición anual, presentó en el Teatro Los Fundadores la obra “Pinocho, un niño de verdad”, con lleno total.
En el escenario participaron 22 niños y jóvenes que viven en la sede de la Fundación, acompañados por actores del grupo “Actores en Escena”, bajo la dirección de Leonardo Arias. Fue un espectáculo motivador, de gran calidad, que incluyó presentaciones de danza y números musicales, y que contó con la participación de 28 artistas profesionales.
La Fundación Niños de los Andes inició labores en 1973 en Bogotá, de la mano de Jaime Eduardo Jaramillo Echeverri, más conocido como Papá Jaime, cuya inmensa sensibilidad social lo llevó a rescatar a niños y jóvenes que en ese entonces vivían en las alcantarillas de la ciudad. Actualmente, la Fundación sigue funcionando en Bogotá y Papá Jaime continúa con su compromiso social y se ha convertido en un conferencista de talla internacional en temas de crecimiento personal y espiritualidad.
En 1986, su hermano Alberto Jaramillo Echeverri siguió sus pasos y creó en Manizales una sede de la Fundación. Aunque comparten el mismo ideal, cada sede funciona de manera independiente. Alberto comenzó atendiendo a niños en situación de calle, muchos de ellos consumidores de pegante, y desde sus inicios contó con la colaboración de su esposa, familiares y amigos.
La institución ha tenido diferentes sedes: en el barrio Holanda, cerca al puente de Olivares; en el Centro de la ciudad, en una casa cercana a la Alcaldía; en Villamaría y en las inmediaciones del Hospital Geriátrico San Isidro. Finalmente, logró establecerse en la vereda El Arenillo, donde actualmente funciona en sede propia. No ha sido un camino fácil, pero afortunadamente Alberto ha contado con el apoyo de instituciones y personas que han creído en la causa.
Hoy, gracias a un contrato de aportes con el ICBF, Alberto no tiene que salir a buscar muchachos en las calles. La legislación actual no permite que la atención de menores de edad se realice sin la aprobación y el seguimiento de esta institución estatal. En la sede de El Arenillo se atiende a 100 jóvenes (50 niños y 50 niñas), entre los 7 y los 18 años, todos en condición de vulnerabilidad. Estos niños y adolescentes, conocidos como “hijos del Estado”, pueden permanecer allí hasta los 25 años de edad. La tarea de la Fundación no es sencilla: se trata de disminuir su vulnerabilidad, de protegerlos del maltrato, apoyarlos en la superación de sus problemas, ayudarles a plantear proyectos de vida y enseñarles a convivir en comunidad.
La sede, que está localizada en un sector rural, permite recorridos ecológicos y avistamiento de aves, actividades en las que los mismos jóvenes cumplen la labor de guías. Desde sus inicios en Manizales, el teatro ha sido una herramienta fundamental de formación y transformación. Entre las obras destacadas se encuentran “Hijos de la oscuridad”, “Peter Pan”, “El Principito” y, en los últimos dos años, con rotundo éxito, “Pinocho”.
Que sea el momento de reconocer la encomiable labor que realiza la Fundación, que sin duda, hace un aporte importante a nuestra sociedad.