Llegaron los días en los que la discusión sobre los árboles tendremos que darla de manera diferente. Manizales cambió, ya no es la misma de hace diez años, y ahora parte de la ciudad defiende su vegetación. Lo estamos viendo en Chipre, La Enea y San Jorge. Ya no ve progreso en el cambio de plantas por obras de cemento. Ya no cree que un árbol se reemplace por otros tan fácil, si no es el mismo lugar o en uno mejor, si no se dan razones suficientes. Una forma de darle más seriedad a la conversación, desde lo público, es arrancar revisando los datos que tenemos.
Manizales cuenta con un inventario de árboles en la zona urbana (consultar acá: https://shorturl.at/zEh6B). Dice que su última actualización fue en el 2017, pero se sabe que se trata de un ejercicio que arrancó en el 2012, en el primer Gobierno de Jorge Eduardo Rojas. Quizás la primera urgencia sea actualizarlo.
Según este conteo, Manizales registraba 7.219 árboles en el área urbana, sin contar antejardines. Por eso, llamó la atención la respuesta que dio hace poco, en redes, la secretaria de Medio Ambiente (ver acá: https://shorturl.at/hKZ4A). Dijo que desde el 2024 se habían sembrado 7.500 árboles en la zona urbana. ¿De verdad en un año sembraron más que los 7.219 que Manizales parece haber tenido históricamente? ¿De verdad en un año doblaron el número de árboles en el entorno urbano de la ciudad? ¿Qué sembraron? ¿Georreferenciaron dónde?
Atrás quedó esa mirada de ecología corta, en la que un árbol está solo para dar “aire puro”, sin importar si lo reemplazamos en Amazonas o en el Chocó, siempre que nos deje espacio para endurecer con concreto las ciudades. La crisis en salud mental y el persistente cambio climático han hecho que ciertas ciudadanías le den más valor a lo que empieza a valer más. Los árboles son ahora cobijo, descanso, pausa, menos ruido. Los árboles son ahora sombra, agua, diversidad.
Para revisar la biodiversidad, cruzamos los datos del inventario de árboles del 2017 con la información de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza —IUCN—. Encontramos que en Manizales existían para esa época 668 árboles con algún tipo de riesgo. 125 árboles de especies casi amenazadas, 336 vulnerables, 127 en peligro y 80 en peligro crítico. Representaban el 9,3% del total de árboles de la ciudad (nuestra base de datos acá: https://shorturl.at/NSRoB).
Si lo miramos por zonas, la Comuna Palogrande es la que tiene más especies en riesgo, con 148 registros. Le siguen Ciudadela del Norte —contando Nuevo Horizonte— con 115 y Ecoturística Cerro de Oro con 103. En comunas con intervenciones de obra, se destacan: Tesorito, en La Enea, con 96; Atardeceres, en Chipre, con 77; y La Estación, en San Jorge, con 49. 
Ubicar estos árboles es vital. En la georreferenciación del inventario de la Alcaldía, en el parque de La Enea se registraban algunos de araucaria (heterophylla) y guayacán amarillo, ambos vulnerables según la IUCN.
En San Jorge llamaron la atención dos árboles identificados como cedro negro, en la carrera 20 con calle 48 (ver acá: https://shorturl.at/yucGA). Esta especie está “en peligro” según la IUCN y ya no están en ese lugar tras el inicio de obras del bulevar. Algunos dicen que eran cedros rosados, una especie con el mismo grado de riesgo (ver foto acá: https://shorturl.at/unyPx).
La Resolución 0126 de 2024 del Ministerio de Ambiente reconoce que tanto el cedro negro (Juglans neotrópica), como el rosado (Cedrela odorata), están en peligro (ver acá: https://shorturl.at/selA2). Su manejo y conversaciones, entonces, están a cargo de las corporaciones autónomas regionales. ¿Está Corpocaldas enterada? ¿Ha otorgado permisos para la intervención de estos árboles afectados por las obras? Así de cuidadosa debería ser la conversación desde el Estado. Con más información pública y menos imagen en redes.