Cuando los escritores de novelas se vuelven célebres, los editores hacen uso de todo lo que escriben para inventar volúmenes donde se reúnen artículos sueltos, entrevistas o anotaciones varias. Tal es el caso del recién fallecido autor checo Milan Kundera (1929-2023). La editorial Gallimard sacó cuando estaba de moda en la década de los 80 un volumen que lleva por título El arte de la novela. La mayoría de los textos allí publicados ya habían aparecido profusamente en diversas publicaciones del mundo, incluso latinoamericanas. Al abrir el libro uno espera encontrarse con algo novedoso o un tratado, pero de la alegría a la decepción solo hay un paso, cuando uno descubre que ya había leído todo el contenido. Sin embargo, no deja de ser maravilloso que se convierta en best-seller un libro de ensayos cuya característica fundamental es el amor por el arte de hacer novelas.
Kundera, que obtuvo la nacionalidad francesa, muestra su profunda vocación europea. A diferencia de los autores del Tercer Mundo, lleva hasta extremos el deseo de reflexionar sobre lo que escribe y da rienda suelta a su modo francés de disertar. Al latinoamericano le gustan las anécdotas, habla en un tono informal sobre sus obras. Kundera, por el contrario, las toma muy en serio y revela a Christian Salmon, de Paris Review, todos los trucos y mecanismos que subyacen tras el texto de sus novelas. Nos enseña por qué llevan tantas páginas sus capítulos y cuál la razón por la que van intercalados o no. No teme, pues, comentar y desnudar a sus personajes ni confesar los rasgos que provienen de la vida real o de la imaginación, incluso sus connotaciones políticas o teóricas.
En los ensayos también se advierte la influencia de la cultura francesa del siglo XX, uno de cuyos exponentes mayores fue Jean Paul Sartre. Kundera habla de Idea, Historia, Dialéctica, Espíritu, Europa con mayúsculas y se refiere a Madame Bovary o El Quijote de la Mancha en términos poco usuales dentro de las culturas sajonas o hispanas. Su catálogo de palabras no es muy “moderno”, pero sus efectos sí lo son. A la novela le da nueva vida.
Respecto a la evolución de este arte, el checo expone con claridad las diversas etapas del género y se niega a ser considerado como un escritor “psicológico”. A diferencia de muchos de los críticos que en su momento cantaron la derrota definitiva del género, Kundera se convierte en su más combativo defensor y teórico. Por el hecho de que quien la defiende y la analiza es también autor de novelas, el testimonio es invaluable. En América Latina Carlos Fuentes y Mario Vargas Llosa fueron la contraparte del checo, al mostrar su gusto por escribir ensayos y teorizar sobre ese arte. Kundera cree que con las novelas el autor puede conjurar los demonios del mundo y afrontar la arremetida de las entidades malignas que lo cubren de cadenas. Con gusto aborda Los sonámbulos, de Hermann Broch, y coloca a esta obra en el lugar privilegiado que le corresponde.
En el fondo de todo surge siempre la vocación europeísta, convirtiéndose así en el más europeo de los europeos. Desde Europa Central, asediada entonces por la invasión soviética y en cierta forma traicionada y abandonada por sus naciones compañeras, el checo se volvió más papista que el papa. Sabe muy bien que la existencia de Europa Occidental radica en gran parte en la condición subordinada de las naciones europeas de la margen oriental. Al volverse un profeta del europeísmo, Kundera reivindica para su tierra el destino que merece y por eso su discurso es a veces más tradicional y tiene el estilo de entreguerras.
El kitsh es uno de los blancos de su crítica. Broch fue para él quien enfrentó la terrible oleada de cursilería reinante en su época. Al definir el kitsh como la actitud de quien quiere gustar a cualquier precio y al mayor número de gente, Kundera nos muestra los peligros de esa literatura, cuya finalidad única es reunir los más trasegados lugares comunes y evitar así toda reflexión intensa sobre la vida y el mundo que la enmarca. Broch es usado como una bandera heróica de la novela moderna frente a sus destructores. Militante, combativo, es o quiere convertirse en el héroe de los héroes ficticios y emprende la cruzada a favor del género. Al leer sus opiniones sobre la novela no quedan dudas sobre la vitalidad y larga vida futura de esta, como un cosmos imaginario que se enfrenta a la funesta realidad.
Algunos observadores de las tendencias contemporáneas de la novela creen que el auge de su vertiente latinoamericana está operando una dramática curva descendente. Para muchos, los europeos ya no quieren saber nada del exotismo hispanoamericano y prefieren el renacimiento de la novela centroeuropea, cuyos adalides fueron Kafka, Broch, Roth y tantos otros. A la afirmación de estas tierras lejanas de América, pero inscritas en la cultura europea como su Extremo Occidente, prefieren la afirmación supranacionalista de Kundera. Este ha desempolvado el concepto Europa, y lo ha puesto a moverse con fuerza para convocar al mundo, tal como si fuera salvaguarda de Occidente y la cultura, maltrecha en todos los rincones del planeta. Su profesión de fe europeísta y su defensa de un género de origen europeo, lo convirtieron en un moderno cruzado de la novela.