Estimado Juan José:
De siempre se ha sostenido que un buen conversador o contador de historias puede darse algunas licencias en lo que a guardar fidelidad por la verdad se refiere y también resulta aceptable que no se esfuerce en evitar las exageraciones. Este privilegio, consideran los buenos escuchas debe ser medido, nunca exagerado, pues entonces el narrador pasaría de ser un codiciado contertulio a convertirse en un mentiroso e incómodo fanfarrón, como le sucedió a un amigo que sostenía tener un museo taurino en el cual se encontraban, debidamente expuestos y clasificados, los objetos que a continuación describo: Una espuela del Gallo, un eslabón de Manolo Cadena, el número del teléfono de Arruza, ramitas del Almendro, el tratado de paz de El Guerra, uno de los caballos de Cocherito de Bilbao, un cartucho de El Bala, las zapatillas del Toro Bailador, un galón de El Gasolina, Polvo y barro de Paco Camino.
La corona de Su Majestad El Viti, un pliegue de Juan Doblado, la partida de matrimonio de Florencio Casado, la piedra con la que afilaban a Vicente Punzón, un destello de Relampaguito, el sostén de un pase de pecho, la otra mitad de la media verónica, las plumas de Palomo, el papel de lija con que sobaron a José Pulido, el turbante de Humberto Moro, el pico de Lorenzo Garza, la chapa de Diego Puerta, las tejas del techo de Gabriel de la Casa, una ala de Ángel Teruel, dos metros de manguera del Bombero Torero, una charretera del Soldado, la cáscara del Platanito, un libro del Estudiante.
La cola del Zorro de Toledo, el corcho de Frascuelo, el tetero de Chicuelo, el chorro de José Fuentes, una oveja de Vicente Pastor, el resplandor de Rayito, los ratones de Granero, las brochas de Pinturas, la barriga del Gordito, un crespo del Rubito de Sevilla, un solomo de Carnicerito de México, la tinaja de Traga-buches, el manto de la Verónica, la otra mitad de la media lagartijera, la “gachì” de la media caída, la cresta de Gallito y los anteojos de Ojitos.
Si bien lo que acabas de leer mi querido Juan José te pudo haber causado hilaridad dada su condición de texto ocurrente, simpático y gracioso, poco tiene que ver con lo que en este mundo del Toro, aun cuando cada vez más escasa dado que el ingenio es una condición que hoy se encuentra en vía de extinción y ha sido copado por la superficialidad y la banalidad de la joven sociedad, aún repito, quedan vigentes reductos de la llamada “picaresca” española que lejos lejos de tener que ser interpretada desde un punto de vista moralista como antítesis de la verdad y la honestidad, el “engaño” español se constituye en un elemento vinculado integralmente a las de relaciones entre taurinos, que eventualmente y dependiendo del actor, puede elevarse a la categoría de arte.
Y si “gracia” y simpatía al igual que ingenio y creatividad tienen los hijos de la Madre Patria vinculados a la actividad del Toro, los americanos no se quedan atrás y encontramos una interesante escuela de manejo del “engaño” que no es engaño, de la burla que no es burla y de la crítica que no es crítica, siempre todas preñadas de humor, no solo en México sino en Colombia también, donde la consabida agudeza de “cachacos y “paisas”, cada uno con su estilo y la influencia histórica, cultural y antropológica que cada región ejerce sobre ellos, tienen unas “salidas” que en nada tienen que envidiar a las ocurrencias de los ibéricos.
Una de las formas de manifestar esta “picardía” frente a las vivencias taurinas se presenta en los gritos que desde el tendido y en momentos de sagrado silencio, retumban en la plaza, como aquel que hace años lanzara un aficionado paisa en la plaza de Toros de Manizales al ver que Pepe Cáceres no cesaba de pinchar: “Mata más una piyama de nylon”, vociferó el hombre, entre las risas del público que de una manera simpática, amable y graciosa estaban castigando la malhadada actuación del fino diestro de Honda.
Recibe un abrazo de tu amigo. El Fraile.
Añadido: No he visto en muchos años algo más vergonzoso que un ministro de estado parqueado durante tres plenarias en la Cámara de Representante buscando voltear votos, de manera poco ortodoxa, en favor de la prohibición de matar a la vista del público, cuarenta Toros de casta anualmente, cuando él está señalado por Olmedo López de serias irregularidades y el país se encuentra totalmente descuadernado.