Estimado Juan José
“Llegaron los Sarracenos y nos molieron a palos, que Dios protege a los malos cuando son más que los buenos”, reza el dicho popular del siglo XIV usado en España por los habitantes del costado norte de la ribera del Duero, donde existían varios asentamientos cristianos que eran asediados constantemente por hordas almorávides que normalmente se imponían en las refriegas que tenían como objeto realizar saqueos y abusos de toda índole, dada su mayoría en número de hombres armados.
Y eso fue exactamente lo que les acaba de suceder a los taurinos en la Cámara de Representantes, que enfrentados con una horda de legisladores patrocinada por el actual Gobierno que impusieron su voluntad y obedeciendo ciegamente al amo atropellaron los derechos de una minoría cuyas únicas armas eran el sentido común, la razón, la defensa de sus derechos y el reconocimiento de unas costumbres y tradiciones que forman parte de la identidad nacional. Está más que claro que el ochenta por ciento de los legisladores que votaron en favor de la prohibición de las corridas de Toros en el territorio colombiano no distinguen, como decía Santiago Dávila, entre un Toro y un par de tijeras. Y como para convertirse en padre de la Patria no se requiere contar con un título profesional o técnico por lo menos, lo que tiene actualmente el país como congresistas es una caterva de iletrados, que como dijo el novelista porno Gustavo Bolívar Moreno en una reciente entrevista, solo buscan colocarse al lado del poder para enriquecerse a través, bien sea de la corrupción o de los réditos que produce la mermelada que dan los gobiernos para que en el Congreso de la República voten como les es ordenado. Es lo que en este país algunos llaman democracia; más que democracia es un mal chiste.
Es así como los taurinos se presentaron a la Cámara de Representantes al último debate del proyecto prohibicionista cargados de ilusiones, dado que su condición de personas de honor, como lo es la Fiesta que apoyan, nunca les había permitido pensar que era cierto el turbio manejo que en el Congreso de Colombia se les da a los trámites legislativos que han de convertirse en leyes de la República, cuando en estos tiene interés el gobierno. Como claramente se vio durante todo el proceso del trámite de esta ley, la orden del Gobierno era aprobarla a como diera lugar y poco iba a importar el derecho, la razón, el honor y la hidalguía de los taurinos en el debate, pues estos valores enfrentados al servilismo, a la inmoralidad, al odio y al rencor que destilan algunos resentidos que hacen parte de los cuerpos legislativos y del Gobierno actual, llevarían a la gente del Toro a la derrota por las mismas razones que los sarracenos molían a palos a los cristianos; ¡eran más y eran más malos!
Si bien esta batalla no se ganó, la guerra no se ha perdido. Y si se perdió esta escaramuza no lo fue por las ingenuas campañas que en contra de los Toros tradicionalmente han promovido los antitaurinos, sino por una idea fija del presidente Petro, quien en más de una oportunidad amenazó con que acabaría con la Fiesta Brava antes de terminar su Gobierno, dado que a su juicio esta Fiesta estaba impregnada de los demoníacos aromas que “los ricos” esparcen “por doquiera que va su caminar”.
Este tremendo complejo que acorrala al señor presidente y que lo lleva a ver “ricos” sinvergüenzas, miserables y explotadores por todas partes, le nubla la visión para ver la realidad de la vida colombiana y en el caso de los Toros entender que se trata de una Fiesta popular que da de comer a mucha gente que no son propiamente primos de los Rockefeller, quienes ejercen actividades que les permiten sobrevivir por hacer parte, en unos casos de la economía formal y en otros de la informal. Pareciera que al querer acabar con esta fuente de trabajo el Gobierno pretendiera quitarles el sustento a los más modestos actores de la Fiesta Brava para así mantenerlos pobres y sin esperanzas, de modo que lleguen a verse obligados a vivir de los subsidios oficiales, que solo recibirían si votan por artífice de esta malévola estrategia. Recibe un abrazo de tu amigo. El Fraile. Añadido. Pero que los prohibicionistas no canten victoria aún. Tiene tantos vicios esta ley, tanto de fondo como de forma y trámite, que en manos de la Corte su vigencia será la misma que tiene un merengue en la puerta de una escuela.