Estimado Juan José:
La llamada Corrida Nupcial o Toro Nupcial no es, como muchos afirman, una copia de la corrida de Toros tradicional, sino un rito diferente y de hecho más antiguo, que solo se daba en fiestas matrimoniales, por allá por los siglos doce y trece, que consistía en, después de asegurar el Toro con un lazo, enfurecerlo lanzándole objetos cortopunzantes como dagas, facas, cuchillos y azagayas hasta hacerlo sangrar copiosamente para luego proceder a soltarlo en algún corral, plaza o aprisco, al cual ingresaban los varones del festejo nupcial, principalmente el novio, quienes debían untar sus vestimentas con la sangre que manaba de las heridas que se le habían infringido al bovino. La base del rito estaba en que fuese el novio quien lograse ensangrentar su traje lo más posible durante los envites, las embestidas y derrotes que daba el Toro, ya que de este modo adquiriría el instinto genésico del animal. Otras dos características que demuestran que este rito nada tiene que ver con la corrida “moderna”, sino que fue anterior a ella, es el hecho que el Toro iba “ensogado”, vale decir atado con una cuerda y que la finalidad del rito no era la muerte del bovino, sino el fortalecimiento de la capacidad del hombre para engendrar. “Toros a vida” se llama esta figura de usar el animal y no matarlo. Pero no era solo el novio el que participaba en el rito en busca de fecundidad; la novia también tomaba parte en él a través de un contacto indirecto con el animal, ya que era ella quien adornaba las banderillas que el novio le debía clavar al burel durante su “faena”.
En una de sus cantigas, o cantos profanos, Alfonso X, El Sabio, narra un curioso hecho acecido durante una Fiesta de Toros o Corrida Nupcial celebrada con motivo de un matrimonio, romanza esta que, se me antoja pensar, se constituye en prueba adicional de la existencia de este curioso rito prematrimonial.
Cuenta la composición lírica que un caballero de Plasencia decidió festejar su boda con una corrida nupcial, para cuyos efectos se hizo a varios Toros y de entre ellos escogió el más bravo para correrlo en una plaza de amplias dimensiones, en cuyos alrededores la gente se situaba, bien sobre el adarve de una muralla que la circundaba o en los balcones y ventanas de las casas que la rodeaban, desde donde algunos vecinos aprovechaban para hostigar a la res con arponcillos de cola emplumada o con rejones atados a una cuerda lo que les permitía recuperarlos fácilmente.
Estando presenciando el evento desde una ventana de perfecta ubicación para ver correr el Toro, un clérigo de nombre Mateo vio al otro extremo del coso a un amigo suyo y lo instó a que lo acompañara en su privilegiado puesto para juntos presenciar el rito, a lo cual el paisano atendió con presteza, iniciando rauda carrera para atravesar el ruedo, sin prestarle atención alguna al Toro que allí se encontraba. En cuanto el animal “divisó” al desentendido espontáneo, se le arrancó con la clara intención de cornearlo, cosa que milagrosamente no sucedió. Y se explica en la cántiga que el clérigo Mateo, al ver el peligro en que por su culpa se encontraba ese buen hombre, le pidió desesperadamente auxilio a Nuestra Señora, quien lo oyó y salió en su defensa dejando fulminado momentáneamente al animal, que cayó al suelo, lo que le permitió al corredor encontrar abrigo en el portal del abate. Una vez la res volvió en sí, tocada ya por la divina providencia, perdió su acometividad y fiereza y jamás volvió a embestir. Recibe un abrazo de tu amigo. El Fraile.
Añadido: Si este gobierno encontró, como él mismo lo dice, “la olla raspada”¿ de dónde salen entonces los recursos para los frecuentes viajes al exterior del presidente, de su mujer que como “embajadora de misión especial” que es el título oficial que le dio su marido ya ha “representado” al país en varias oportunidades; para redecorar la residencia privada en Palacio, para dotar la casa presidencial con lencería doméstica que solo usan en sus casas los multimillonarios, para, en una palabra, mandar “a la porra” la prometida austeridad oficial?