Fanny Bernal Orozco * liberia53@hotmail.com
Cuando la enfermedad toca a la puerta de manera imprevista, sin anuncios, sin mensajes y la muerte por momentos hace guiños, la vida del enfermo y de los seres queridos más cercanos, parece que transcurriera en un carrusel. Múltiples emociones surgen sin control y la esperanza danza entre el miedo y el dolor. La tristeza se asoma al ser testigos de cómo la enfermedad hace presencia con diferentes síntomas, sin certezas, con preguntas sin respuestas, con desasosiego y sin calma.
La enfermedad llega y desorganiza los rituales domésticos, las tareas laborales, el mundo social, los asuntos financieros y, de manera especial, el mundo emocional. Emociones fuertes se instalan y se adueñan de los pensamientos, de las horas que pasan lentas, sin afán, sin prisas, entre el miedo y la incertidumbre.
En las noches de enfermedad, se rumian toda clase de recuerdos, de necesidades, de anhelos, de asuntos pendientes, que emergen en la quietud y el silencio; momentos en los cuales hay quienes hacen evaluaciones para darse cuenta de cuan frágil y vulnerable se es, ante la vida y el vivir.
Por otra parte, la enfermedad es una maestra, cuando invita a la reflexión, al cambio y en el cambio al sosiego, a hacer un alto en el camino para llevar a cabo transformaciones en cuanto al cuidado de la salud, del mundo emocional; así como de la forma de tejer relaciones consigo mismo y con las demás personas.
La enfermedad como maestra enseña:
- Tolerancia a la frustración, cuando a través de exámenes y la espera de resultados de los mismos, citas médicas, cambios en los diagnósticos, se mide la capacidad para resistir con serenidad los momentos de dificultad y/o dolor.
- Paciencia, como virtud, para soportar situaciones adversas, sin perder el control, ni el ánimo para seguir y mantener la calma.
- Misericordia, la cual invita a aprender a través del propio sufrimiento a mostrar bondad, empatía y compasión por otros seres humanos, también sufrientes o con necesidades.
- Gratitud, como sentimiento que surge al reconocer las oportunidades, los beneficios, los cuidados, el amor, que cuando se está enfermo, se reciben de los seres queridos cercanos.
- Perdón, como trabajo de higiene emocional y para arreglar los asuntos pendientes que pesan en el equipaje que se carga durante los andares cotidianos.
- Nuevos comienzos, como tarea esencial para disfrutar de la vida que queda, es la invitación a tejer otras urdimbres con hilos de amor y de esperanza
- Amor incondicional, como lo decía Elisabeth Kübler Ross, la médica psiquiatra y gran mujer,
pionera en los trabajos de duelo: ‘La lección fundamental que todos debemos aprender es el amor incondicional, que no solo incluye a los demás, sino a nosotros mismos’.
Y a fe que el amor si que genera reflexiones y gratitudes, cuando la enfermedad toca a la puerta.
* Psicóloga - Docente titular de la Universidad de Manizales.
www.fannybernalorozco.com
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