Fanny Bernal Orozco * liberia53@hotmail.com
Algunas personas se quejan de la soledad en la que viven, anhelan tener con quien hablar, con quien hacer un plan para salir, caminar, tomarse un café, contar asuntos personales que les agobian, sentir que alguien les escucha.
Muchos profesionales en la materia, afirman que la soledad tiene efectos negativos en los seres humanos. El aislamiento puede causar depresión, ansiedad, incertidumbre y afectar la autoconfianza y la autoestima; además de dificultar no sólo el tejer nuevas relaciones, sino cultivar y mantener de forma adecuada los lazos con quienes permanecen presentes en nuestro entorno.
Hay soledad en los niños, que pasan largas horas solos en sus casas, debido al trabajo de sus padres o cuidadores. Al salir de sus colegios, nadie les das una calurosa bienvenida y su única compañía son los dispositivos electrónicos, a través de los cuales, conocen y desarrollan habilidades digitales en un mundo que es cada vez más seductor y atractivo; mientras que las habilidades sociales se dejan de lado. Sin embargo, ellos sienten esa soledad y la padecen como una carga muy difícil de llevar.
¿Hay soledad en las relaciones amorosas?. Una joven maltratada por su pareja decía:
- "Viví mi niñez y mi adolescencia, prácticamente sola, solo veía a mi mamá, tarde en las noches y eso que, no todos los días. Yo entonces soñaba con crecer para salir de la casa. He tenido dos parejas, esta es la segunda y, por miedo a la soledad, le he aguantado golpes, humillaciones y toda clase de maltratos".
Historias como estas llevan a las personas a vivir en una trampa permanente. Y es que una cosa es tener y soportar a una pareja por miedo a estar solo y, otra, que en esa relación se tengan vínculos sólidos y respetuosos.
Hay soledades por elección, que son necesarias para los encuentros consigo mismo, para meditar, hacer reflexiones y evaluaciones de vida, para estar con la naturaleza, para realizar actos creativos, como escribir, pintar, tejer.
Pero también encontramos aquella soledad impuesta, que es como una condena, como la de algunos viejos que son llevados a sitios dizque ‘especiales’, donde no hay una cara conocida, una mano amiga, una palabra cariñosa y que dan origen a la frustración, al miedo, a la agudización de las depresiones, desesperanzas y de las enfermedades físicas.
También hay soledades que causan agobio, que son las que impiden sentir satisfacción por la vida y lo vivido y que generan desencanto, desilusión, desmotivación y toda una serie de problemas emocionales.
En fin, son las soledades del mundo moderno.
* Psicóloga - Docente titular de la Universidad de Manizales.
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