Fanny Bernal Orozco * liberia53@hotmail.com
La locución ‘prisión’ es una palabra fuerte que nos lleva a pensar en condena, encierro, falta de luz, incomunicación, soledad, dolor, abandono, maltrato, desolación, entre otras. Sin embargo, hay otras prisiones que, aunque parezcan hermosas, agradables, placenteras, satisfactorias, a la larga generan constante sufrimiento.
- La prisión del dolor
Hay personas que continuamente están con dolor, pasan los años y siempre hablan desde la queja y el sufrimiento. A pesar de recibir apoyos no avanzan, no se dan espacio para vivir otras experiencias y no abren las puertas a nuevas oportunidades.
- La prisión de la baja autoestima
Personas atrapadas en creencias negativas, ideas irracionales, mandatos familiares enfermizos y dañinos, miedos y fantasmas que alimentan su día a día; viven con miedo a lo que digan los demás, comparándose con otros seres humanos y sufriendo por el peso corporal, por la ropa, por lo que comen.
- La prisión de la amargura
Seres humanos en permanente irritabilidad, a todo le ven problemas, son reactivas, hostiles y explosivas en sus relaciones, tal vez fruto de las penas que no han podido o no han querido sanar y que se niegan a superar, lo que los lleva a cargar un equipaje emocional cada día más pesado.
- La prisión del amor
En aras al amor, muchas personas viven en prisión, con miedos constantes, respiran con dificultad y desconfianza. No se consideran merecedoras de un sano amor y aunque tienen las llaves para salir de su encierro, jamás consideran la posibilidad de hacer uso de ellas.
- La prisión de los celos
Lleva a las personas a vivir en un atrapamiento constante. Su desazón e inseguridad son enfermizas, y los lleva a ofender a las personas que dicen amar. Sufren y hacen sufrir. Su perturbación es tan dañina, que cometen actos de maltrato, de violencia física y emocional, tanto contra sí mismos, como contra los demás.
- La prisión del desprecio
Personas con un aire de superioridad que los hace sentir que no caminan, levitan, flotan por encima de los demás. Siempre tienen comentarios mordaces e irrespetuosos, carecen de amigos, son distantes y faltos de amor. Viven convencidos de que los demás jamás estarán a su altura.
- La prisión del chisme
En esta viven muchas personas que poco hacen para salir de este encierro, que les impide ver con respeto y humildad a los demás. Son irrespetuosas y generan malestar, conflictos y aunque hay quienes dicen que el chisme ayuda a gestionar emociones negativas, cuando se hacen comentarios dañinos, sin escrúpulos y que generen vergüenza, se juega con el nombre y la dignidad de los demás.
- La prisión de las redes sociales
A pesar de los beneficios que estas tienen en el mundo moderno, es también cierto que cada vez más personas pierden su libertad por el afán de estar conectados. Sus horas y horas en las redes, les impiden socializar con familiares y amigos, siendo la virtualidad su prioridad. Se transmutan en seres humanos con estrés y ansiedad permanentes, que comparten información con cientos de personas -generalmente desconocidas- sin límites; en espera de efímeras aprobaciones con las cuales creen ingenuamente que fortalecen su autoestima, sin advertir -consciente o inconscientemente- que lo que hacen es cerrar con más fuerza las puertas de su prisión.
* Psicóloga - Docente titular de la Universidad de Manizales.
www.fannybernalorozco.com
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