El título de esta recomendación no es mío. Se trata del que el autor quería ponerle a su libro inicialmente, según confiesa en el epílogo, pero hay que saber que el sacerdote Jaime Pinzón está enfermo. No se alarmen, es una enfermedad de y para toda la vida, pero no mortal, y menos para él, que ha decidido no tener más sobresaltos montado sobre un caballo: "Ya no estoy para esos trotes -o para esos galopes", escribe.

La enfermedad que padece y confiesa es la del amor por estos ejemplares, "bendición divina" de la creación, o de la evolución, según las convicciones de cada uno.

Los caballos: pasión y enfermedad es el título que finalmente le puso a su obra, que conoció la luz desde hace un año, pero a mis manos llegó apenas en este 2023, gracias a la generosidad del autor. Mis excusas porque no lo incluí en el listado que hice de libros escritos por caldenses el año pasado y que publiqué en el Papel Salmón del 14 de enero.

Ya en Entre canas y arrugas, Jaime Pinzón había dado cuenta en varios escritos de su amor por los caballos, también de esa declaración hemos leído textos suyos en La Patria y en el periódico El Andino.

De nuevo, con su estilo cercano, anecdótico, el ilustrado sacerdote reúne escritos de todo tipo en este trabajo, a manera de su propia antología sobre los equinos. La obra puede leerse de varias maneras. Una es la de utilidad, en varios textos los aficionados encontrarán recomendaciones para montar un caballo, para escoger una silla, para cuidar los ejemplares, para la cría y la monta de estos.

La otra manera de leerlo es como una historia de la caballística local. Acude a su memoria y también a documentos en algunos casos o al testimonio de otros para dar cuenta de ejemplares de postín que pasaron por la ciudad o que se criaron aquí, de sus dueños o montadores, de los criaderos o lugares donde se presentaron en el caso de los caballos toreros u otros.

Otro apartado del libro está dedicado a recoger páginas selectas que se han publicado en la literatura universal en las que se rinde homenaje a este animal que, según el autor, es el mejor. Nos trae a colación textos de la Biblia, de Virgilio, del Mío Cid, de Cervantes, de García Lorca, de José Eustasio Rivera y no puede faltar Jorge Robledo Ortiz, entre otros.

Las curiosidades no pueden faltar y es así como nos ilustra el padre Pinzón con detalles como la diferencia en que dan sus pasos los caballos, o de por qué el criollo colombiano se está acabando, porque no les sueltan rienda. O nos dice cuál es la mínima diferencia entre un caballos lusitano y uno Árabe Andaluz, por ejemplo.

El humor, característica esencial en los escritos y en las conversaciones de Jaime Pinzón, lo ratifican en su calidad de humanista y es lo que hace de sus escritos un divertimento para cualquiera. Como se trata de una compilación de artículos, escritos, cartas y otras especies, resulta que por momentos puede resultar redundante, pero cuando se trata de pedagogía, la repetición nunca sobra.

A quienes nos gustan los caballos, así nunca hubiéramos podido aprender a montarlos bien, sabremos disfrutar de esta obra que un enfermo por los caballos ha sabido sacar a la luz para deleite y aprendizaje nuestro y para que sirva a generaciones futuras que no podrán disfrutar tan fácil de estos ejemplares, porque cada vez están más para que los monten especialistas. Es una lástima, porque pocos placeres como montar a caballo. Cómo lo extraño.

Obviamente este escrito lo hice coincidir con la Exposición Equina que se cumple este fin de semana en Manizales, para que #HablemosDeLibros y de caballos, por supuesto.

Capítulos

El libro está dividido en capítulos, separados por fotografías de caballos, así:

Prólogo, Generalidades, Acerca de caballos famosos, Algunas razas, Las mulas, Hipología, Equitación, Chalanería colombiana, La delicia de cabalgar, Los míos (prácticamente), Artes varias, Cartas, Obituario, Santos patronos, Momentos estelares de la poesía hípica... y épica, Mosquetón de oro: un texto de Daniela Jaramillo Gómez, Epílogo, Agradecimiento.