Fernando-Alonso Ramírez
Periodista y abogado, con 30 años de experiencia en La Patria, donde se desempeña como editor de Noticias. Presidió el Consejo Directivo de la Fundación para la Libertad de Prensa en Colombia (Flip). Profesor universitario. Autor del libro Cogito, ergo ¡Pum!
Correo: editornoticias@lapatria.com
X (Twitter): @fernalonso
El premio nacional de periodismo Fasecolda 2025 a Hómez, nuestro genial caricaturista de LA PATRIA, me hizo recordar que este año editorial Lumen se ha dedicado a reimprimir la obra de un genio suramericano.
Pasa el tiempo. Ya son cinco años de la muerte del argentino Salvador Lavado Tejón, más conocido por todos como Quino, pero sus historias contadas en viñetas perdurarán para siempre. Pocos, como él, lograron una impronta tan característica para interpelar un mundo en el que el poder -sin importar de qué color- se cree legitimado para tomar malas decisiones, so pretexto de hacer el bien por los demás. De ahí que estemos como estamos.
Su obra se imprime mejor que nunca y más recientemente se ha ido publicando de manera temática, tanto lo relacionado con Mafalda y su mundo en todo tipo de selecciones, como sus trabajos alrededor de otros temas, incluso más recientemente se publicó un libro con algunos de sus trazos inéditos.
Hay que recordar que las críticas de Quino surgieron en una época difícil, cuando la bota militar se imponía en la mayoría de países no solo del continente, sino del mundo. Por eso, su decisión de hacer crítica desde el humor es además un acto de valentía, porque fue su forma de interpelar el poder y de darles alas a otros, que lanzaban una sonrisa socarrona frente a los inteligentes trazos críticos, con sutileza y mordacidad al mismo tiempo. Humor hecho, para mentes críticas.
Su estilo confundía a los que tomaban las decisiones, a esos que criticaba, pero no directamente. No era el caricaturista que dibujaba al dictador de turno en su pluma, sino que criticaba sus gestos, sus acciones, sus formas de mando, sus decisiones, sin necesidad de hacerlo directamente, sino que se iba directo a criticar las ilógicas del poder. Y eso lo hacía tan esquivo para que los poderosos, tan faltos de humor por lo general, pudieran comprender su inteligente gesto.
Se trata de un humor que incomodaba a los criticados, pero que mostraba a otros las formas en las que se podía hacer resistencia sin ir de frente, y esas formas fueron las que terminaron por socavar esos mandos de bota, para abrir espacios a la democracia en los últimos lustros del siglo pasado, que nos hacen olvidar lo frágil que resulta la libertad. Sobre todo, porque hay muchos con nostalgia por la deriva autoritaria, porque olvidaron lo que fue la represión más bárbara.
Todos los domingos, cuando mis papás llevaban El Tiempo a la casa, yo me iba directo a las Lecturas Dominicales y empezaba por la contraportada, donde siempre estaba la crítica sagaz de Quino, no solo a los poderosos, sino a la sociedad de consumo misma, era un maravilloso espacio para que un adolescente encontrara formas de salirse de la literalidad y buscar otras maneras de narrar y de criticar.
Porque en tiempos de censura, la ambigüedad visual se convertía en estrategia para eludir a los abusadores. Por eso, las inocentes frases de Susanita, de Manolito, de la misma Mafalda eran picardías que hablaban mucho más en serio de lo que parecía. Por eso, fue un hombre adelantado a su tiempo, un revolucionario. Estos personajes y todos los demás le hablaban directamente a la conciencia latinoamericana.
Hablo de los libros de Quino porque ahora están muy fáciles de conseguir. Si anda buscando un regalo que sea a la vez íntimo e inquietante, que haya para jóvenes y para mayores, que ayude a generar conversaciones inteligentes y que, además, nos permite aprender a interpelar mejor el poder y evadir el facilismo de los extremos -blanco o negro- a los que nos quieren conducir en esta campaña electoral que ya empieza a calentar motores para el 2026, aquí encontrará una buena opción.
Una sociedad que es capaz de interpretar el guiño que hace una caricatura, es también una sociedad capaz de ver más allá de las obviedades que nos quieren contar los candidatos, y más bien se hace necesario leer sus propios gestos entre líneas para deducir lo que quiere decir. Por eso, rían un poco, lean a este padre de Mafalda y recuerden que los que parece obvio, generalmente no lo es, menos cuando se trata de promesas de solo falto yo para que todo sea mejor. Más bien lean, analicen y hablemos de libros y caricaturas.
Reproducción | LA PATRIA
Algunas de las obras editadas por Lumen recientemente de Quino.