A escasos cuatro meses de las elecciones regionales, debemos resaltar la importancia de votar a conciencia y desterrar, mediante los mecanismos democráticos, el poder que en mala hora le entregamos a la ineptitud, la corrupción y el delito. Manizales nunca en su historia se había sentido tan desengañada ni arrepentida como en estos momentos. Ni tan impotente ante la inoperancia judicial y de los órganos de control que se prestaron para coadyuvar la destrucción material y moral de la ciudad.
Por eso tenemos que recapacitar y actuar en consecuencia. Porque es abominable ver de nuevo en la arena política a aquellos personajes que hicieron posible, con su voto o silencio, que la mafia Marín-Osorio se apoderara y destruyera a Manizales, ahora ostentando dinero a dos manos para invertir en su reelección. Y me refiero específicamente a esas mayorías del Concejo que le acolitan al alcalde todos sus desafueros, y están prestas para aprobarle sus caprichos y sus actos corruptos e indelicados.
Y dentro de esos individuos destacamos a quien, con el mayor desparpajo, se presenta hoy como alternativa para regir los destinos del departamento: el concejal Henry Gutiérrez Ángel. Y me refiero directamente a él, porque las cosas hay que decirlas con nombre propio y de frente, y porque Caldas no puede equivocarse como lo hizo Manizales hace ya cuatro eternos años.
Para empezar, tengo que reconocer que la imagen que tenía del doctor Gutiérrez era la mejor, pues brillaba por su decencia, ecuanimidad, inteligencia y buenas maneras. Hasta que llegó a su curul en el concejo de Manizales y se desfiguró. Nunca entendí cómo un hombre de su sensatez resultó convertido en el escudero indeclinable del alcalde Carlos Mario Marín, y cómo se empeñó en la defensa de las estupideces que presentaba el alienado alcalde ante la corporación. Intervenciones llenas de salemas, adulaciones y despropósitos lograron degradar la imagen de un hombre bueno, convirtiéndola en la de un lacayo protector de idioteces, desgreños, corrupción y caos.
Sus defensores dirán que cada individuo es responsable de sus actos, y que lo que ha hecho (o dejado de hacer) el alcalde Marín no puede serle atribuido a un solo concejal de la ciudad. Y me adelanto a responderles: ¡en este caso sí! Porque cuando el concejal Gutiérrez llegó al concejo se le reconocía, repito, por su sensatez y eso le imprimía una mayor credibilidad, responsabilidad y peso en sus posiciones. Y porque dentro de una corporación, cuyas mayorías no brillan precisamente por su lucidez, honorabilidad o capacidad, se hace más importante el concejal estructurado, y más influyente el ecuánime e inteligente.
¡Y entonces mostró el cobre el doctor Gutiérrez! Asumió el papel de mayor aliado del perverso alcalde de Manizales y de amanuense de sus propósitos y bestialidades. Y se convirtió en el elocuente defensor de acciones oscuras, trastocando en sus discursos lo malo en bueno, y lo descabellado en viable y adecuado. Y supo así sacar adelante los despropósitos de Marín, por cuyos resultados hoy lloramos los manizaleños, mientras a él, al concejal sin experiencia administrativa alguna, lo premian avalando su aspiración a la Gobernación de Caldas, a guisa de señuelo apetitoso de la mafia Marín-Osorio.
Y entonces me hago estas preguntas: ¿si me alío con alguien sin escrúpulos, no estoy legitimando su vicio y avalando su comportamiento? ¿Si me alío con un mafioso a sabiendas de sus andanzas, no soy connivente y cómplice de su mafia? ¿Si me alío con un constreñidor y me beneficio de sus votos, no estoy usufructuando el delito de mi aliado y explotando al constreñido? ¿Si me alío con un inepto y defiendo sus absurdos, no estoy engañando también (y en mayor grado) a los destinatarios de los desatinos del inepto? ¿Si entrego mi voto para que alguien despilfarre el dinero público, no estoy cohonestando los actos delictivos del despilfarrador?
Es triste, pero durante años advertimos que se nos estaba minando el liderazgo y acabando la fuerza humana que brotaba de manera natural en esta tierra fértil. ¡Y hoy solo nos queda llorar nuestra realidad!
¿Resultaremos premiando en las urnas a nuestros verdugos? ¡Qué tal!