Cuando vemos la apatía de la sociedad manizaleña para participar en política, entendemos una de las razones por las cuales hoy nos encontramos en este estado de abandono, desencanto, angustia y destrucción. Durante años alertamos sobre la disminución de líderes en la ciudad, muchos de ellos convertidos, mas que en migrantes, en exiliados, pues quienes ostentaban el poder político lo concentraban en unas pocas personas (aún hoy concejales y diputados); y quienes se apoderaron del supuesto liderazgo cívico se convirtieron en mercaderes, haciendo de la confianza económica y empresarial en ellos depositada, el mejor negocio personal. Desterraron entonces a la gente buena, preparada, pensante, verdaderamente cívica, honesta y con pergaminos suficientes para asumir las riendas de la ciudad, y quedamos en manos de los oportunistas.
¿Y qué tenemos hoy? Ausencia total de liderazgo. Llegamos al extremo de que la única persona que dice sin asomo de vergüenza que es un líder, es Carlos Mario Marín. ¡Imagínense! En una ciudad que fue catalogada como meridiano cultural de Colombia, símbolo del emprendimiento, la enjundia y el resurgimiento; en una comunidad a la que nunca le quedaba grande nada; en una economía que sabía siempre superar sus dificultades; en una Manizales que brillaba por su capacidad de renacer de sus cenizas; en ese “mayor desafío de una raza”, hoy tenemos para mostrar eso: un “líder” mitómano, corrupto, ególatra e inepto como el alcalde verde. ¡Qué bajo hemos caído!
Pero, lo peor, es que así parezca imposible, tendemos a seguir cayendo y a acercarnos más a esa sima tenebrosa hacia donde nos dirigimos por nuestra propia indolencia. Porque desde ya percibimos que la próxima campaña electoral, que debería ser la del resarcimiento y el desquite con el engaño al que nos sometieron el individuo mezquino que hoy funge de alcalde, y su primo representante, va a estar plagada de lo mismo de siempre: violencia, drama, alharaca, mentira, corrupción, constreñimiento, extorsiones, bajezas y degradación, con el consabido silencio de los órganos de control y de justicia.
Para la muestra solo este botón: desde las huestes oficiales Osorio-Marinista han desplegado una campaña panfletaria en contra de Aerocafé y otros grandes proyectos que siempre sufren la persecución, el bombardeo y los atentados aleves, de quienes precisamente deberían defenderlos. Volvimos a la campaña sucia que solo cabe en la cabeza de un alcalde que, a pesar de tener prohibición expresa de participar en política, lo hace sin reatos ni controles; y de un representante cuyo mayor brillo es el de la gomina que usa en su pelo “largo, suave y sedoso”. ¿Será justo esto con Caldas, David Islén Ramírez? 
Los manizaleños no podemos cohonestar más estas prácticas de desinformación, violencia panfletaria, suciedad proselitista, constreñimiento, amenazas, dineros oscuros y métodos aviesos. Porque esto es precisamente lo que tiene hastiado a un pueblo que cada vez es más apático y que, por ello, deja en unas pocas manos las grandes decisiones de ciudad. Y porque de ello se aprovechan seres mezquinos como los que gobiernan hoy el municipio, y que son expertos en pescar en río revuelto siendo ellos, precisamente, quienes lo revuelven.
Aunque, la verdad, Manizales lo que requiere es de un gran revolcón. Pero no de inmundicia, hedor, pestilencia y estiércol. No ese donde flotan sin inmutarse el alcalde, su primo y demás capos de esa mafia asquerosa. ¡No! Requiere de un revolcón de conciencia, de actitud, de visión, de concepción política desde la urgencia de participación, y desde la dignificación de una actividad que es inherente al hombre, pero que la han degradado tanto que lograron alejar a mucha gente que, de verdad, merecería estar en los cargos de representación.
Manizales requiere de la gente buena que, aletargada, lastimosamente solo parece disponible para quejarse, llorar por lo que perdió, lamentarse del desastre y seguir mirando para otro lado. De esa gente que, si despierta, se une y se manifiesta desde todas las latitudes, podrá derrotar la mafia actual y reconstruir la ciudad a partir de las ruinas que nos deja el peor alcalde de la historia. ¡Qué triste realidad!