A pesar del humo que quiere vender el petrismo, su derrota en los estratos 1, 2 y 3 también está cantada. Carlos Alonso Lucio expone en su última columna la investigación adelantada en 17 ciudades colombianas por “Analizar”, empresa con más de treinta años de experiencia en estudios de opinión, y los resultados dejaron al descubierto la vulnerabilidad de la izquierda en esos estratos. De ahí el desespero presidencial por llenar plazas públicas para simular fervor y apoyos populares.
Y era de esperarse. La popularidad de un personaje tan grotesco tiene que resquebrajarse, pues ese “pan de un día” en el que pretenden basar el respaldo al presidente, produce cada vez más y más mendicantes, y se convierte en insatisfacción, incumplimiento y miseria. Asisten a sus manifestaciones, se le comen la carnada, salen disgustados y terminan los dirigentes gobiernistas enceguecidos por su narcisismo, y los esbirros llorando su indignación. ¡Excelente!
Un petrista de manifestación recibe unos pocos pesos, un tamal o una lechona; lo transportan como ganado al matadero; lo humillan y desprecian y, muchas veces, lo devuelven borracho o trabado. Y al día siguiente, en la resaca, se reencuentra con su miseria y con una familia hambrienta. ¿Y qué compra con ese dinero? ¿A cuántos simulacros más tendrá que asistir? –¡Malditos zurdos de mierda…! –Termina pensando el indigno. De ahí los resultados de la investigación citada.
Pero hay un dato más revelador y escalofriante que no analiza Carlos Alonso: quien realmente elige en Colombia es la abstención. Y son datos reales. La abstención promedio en el país es del 44%, lo que significa que 17 millones de votantes se quedan durmiendo el día de elecciones, o se van para la finca, o simplemente se niegan porque, “¿Para qué votar si nada cambia…?” Son ellos, en últimas, los culpables de esta miseria; son ellos los responsables de que haya un maníaco degenerado “despiporrando” a Colombia; son ellos, realmente, los que con su indiferencia empoderaron a nuestros verdugos.
Al empleado y al pensionado no les alcanza su ingreso; el docente está desprotegido en salud; el finquero ya no puede ir a su tierra; el comerciante tiene que pagar la extorsión; el tendero se quiebra; el estudiante no puede pagar su matrícula; el campesino no puede sacar sus productos al mercado… ¿Y se quedan indiferentes el día de elecciones…? ¡Por Dios!
Y hay algo seguro: esa abstinencia no es de izquierda. Porque los izquierdistas están adoctrinados y obedecen como borregos a sus líderes. Esa abstinencia está compuesta por el ama de casa, el inconforme, el desesperado, el agobiado, el adolorido y decepcionado ciudadano. Si ese segmento ejerce su derecho al voto, derrotaremos contundentemente al petrismo. 17 millones de desesperanzados e indiferentes, a quienes hay que convencer de que su voto es lo único que nos salva.
Y no es peleando entre la oposición como se seduce al abstencionista. El enemigo está al frente. ¡No en las propias filas! ¡Unión de derecha ya, por favor!