La historia del país se repite indefinidamente, constituyéndose en continuo trasegar histórico, con modificaciones y actualizaciones según la época, pero en esencia es la misma observada y sentida desde el enfoque de los ciudadanos.
Un colombiano, y otros que habitan en lugares diferentes, creen que la situación por la que atraviesa en un determinado momento o momentos, es única. Cree que es la primera vez que sucede. ¡Cuán equivocado está!
El recuento de la historia no debe mentir, aunque se presente bajo distintas perspectivas para hacerla más asequible e interesante. Algunos historiadores aproximan sus convicciones a la realidad, llegándola a veces a distorsionarla u omitirla a propósito.
El país vive, y otros, bajo el manto de la consideración de la existencia del caos. Lo primero que se piensa o, lo que es mejor, se induce a pensar y sentir es que nunca los colombianos habían pasado por lo que atraviesan en la actualidad, en lo político, social y económico, por mencionar tres escenarios que les compete a todos y los impacta de diferente manera.
Aparecen en el teatro de los acontecimientos los prolegómenos de las elecciones en el próximo año. Un fenómeno que viven los colombianos, sin ser exclusivo, se inicia con la posesión, quizá antes, de los triunfadores en las urnas y consiste, como es conocido o al menos percibido y sentido, aunque no por todos, que comienza la campaña por el sucesor, incluyendo lista secreta.
Antes de sentarse el elegido en su silla, ya siente a su espalda el difícil proceso de la sucesión con todos los vericuetos previos que, en no pocos casos, van a dificultar su ejercicio como escogido.
Por doquier, aparece y es detectada como en un acto especial: La mascarada, que era, aún hoy en algunos lugares, una fiesta especial con determinado perfil social. Pareciera que involucrara a los colombianos desde su rol de actores principales y otros secundarios, hasta los simples ciudadanos que se desempeñan como espectadores con diferentes intereses, identificables u ocultos.
La historia de la mascarada viene desde la etapa prerromana y estaba ligada en su forma real a denuncias anticlericales, aún no extinguidas, luego extensivas a eventos festivos rurales y posteriormente citadinos. Se considera que no hay dos fiestas iguales y eso es cierto; sin ser mascarada, la Feria de Manizales es un ejemplo irrepetible.
Por derivación, de allí viene el término y la acción de enmascarar para concluir en enmascarados. El ciudadano raso desprovisto de toda alevosía se encuentra en medio de un carnaval que no puede descifrar; lo que un día es diáfano al siguiente es oscuro.
Lo franco resulta que no lo es. La firmeza termina en duda. La inmediatez acaba sin solución. El futuro adquiere el contexto de falacia. Pareciera que todo es una mentira.
Aunque no igual, el burlesque, burla teatral, se apodera de todo; no es la primera vez y fácilmente repetirá.
Por lo pronto, es mejor escuchar el burlesque de Richard Strauss.