Todas las personas están sometidas a peligros y riesgos innumerables, conocidos o no, en todas partes de la tierra. No hay nadie absolutamente exento, ni aún quienes se encuentran en sitios considerados fortalezas.

Todo ello encaja perfectamente dentro del concepto de finito, característica de los seres, desde la concepción hasta el inmediato final.

Conocer los riesgos y peligros, función que compromete a todos los individuos y colectividades, pequeñas o grandes, que los acogen en cualquier momento y lugar de su vida.

Muchos, ante el peligro conocido, prefieren continuar expuestos, por comodidad o por imposibilidad de apartarse debido a infinidad de factores próximos o distantes.

Hay riesgos personales y comunes que solo suceden una vez; o existen otros que se repiten en el tiempo, a veces frecuentes y diferentes. Parte de esos riesgos son las epidemias o, en su avance, las pandemias. La historia está marcada por estos azotes a través de la vida de los asociados.

El más reciente ejemplo de pandemia que ha servido para disculpas o delimitación de responsabilidades científicas, asistenciales, gubernamentales o comunitarias fue causado por el Virus Corona 19. Atrás, hay muchos ejemplos que devastaron poblaciones e hicieron posibles varios análisis y acciones que condujeron a controlar y erradicar las catástrofes epidemiológicas.

Hoy fácilmente se expresan los hechos que ocurrieron con la propagación del Virus Corona. Es motivo de miles de documentos académicos, teóricos, técnicos, literarios y guiones cinematográficos, sobre las historias desprendidas de la pandemia.

El recuerdo va quedando en una especie de nube, salvo por las familias que perdieron a sus allegados; quienes malograron capitales, rentas o ambos; aquellos despedidos y los demás que silenciosamente sufrieron deterioro en sus vidas.

Reciente y enfáticamente se ha llamado la atención sobre la preparación de los países, individualmente o en conjunto, para combatir nuevas epidemias, las cuales son una posibilidad con más indicativos de certeza que de desecho. Se ciernen epidemias y pandemias con agentes por ahora definidos y otros que solo el tiempo descifrará.

Se ha calculado que la presencia y control mundial del Virus Corona, en el 2020, costó más de 16 billones de dólares; y los cálculos para mantener un control global permanente de pandemias solo ascendería de 10 mil a 11 mil millones de dólares. La diferencia es abismal, sabiendo que son los pueblos los que finalmente asumirían los costos de toda índole.

Según la OMS, los países deberán mantener la vigilancia, proveer atención clínica, indicar y promover factores de protección a las comunidades, facilitar la llegada y utilización de acciones sanitarias y definir obligaciones operativas emergentes.

Por lo tanto, Colombia en medio de una batahola continua para asegurar los servicios de salud con calidad y oportunidad, a que tienen derecho constitucionalmente los habitantes, ¿cómo está preparada o al menos preparando para una epidemia o pandemia?

Paradójicamente, hay que recordar que la desnutrición es la mayor, de lejos, enfermedad que hoy sufren los colombianos. ¿Qué hace cada colombiano para ayudar a combatir este flagelo erradicable?