El domingo 12 de octubre, día conmemorativo del arribo de Cristóbal Colón al continente americano y la creación de Manizales, se realizó la corrida de la temporada tradicional, organizada por Toros y Ciudad. Durante tres días, 28.000 aficionados se dieron cita en la setentona Plaza de Toros para presenciar festejos que gustaron de diferente manera a los asistentes.
Una pancarta, en tendido de los jóvenes, expresaba el agradecimiento a Cormanizales por su presencia como empresa en la ciudad, reconocida durante décadas como la capital taurina de país. Así, haya controversia.
Es entendible que haya personas que no quieran que se corran novillos y toros a la usanza centenaria. Hay que respetar el derecho que tienen a denostar de las corridas y otros eventos como el coleo, las corralejas y las peleas de gallos.
Pero, así como ellos tienen la posibilidad de oponerse a los programas en donde el toro, el caballo, la res o el gallo son actores animales de primer orden, también dentro del contexto de los seres humanos hay otros, miles activos o silenciosos, que les apasiona la Fiesta Brava.
Hoy, la ley refrendada por una decisión de la Corte indica que Manizales solo presenciará un Festival en el 2026 y dos temporadas de raigambre: 2026 y 2027.
La ley, a pesar de todo, se cambia con otra ley que habrá que tramitarla, difícil pero no imposible, con el nuevo Congreso 2026. Pero siempre habrá en adelante una pugna por tener o no tener eventos de esta clase, que solo terminará cuando se respete el querer y derecho de todos.
Un hecho evidente durante los tres festejos que acaban de celebrarse, fue la presencia de cientos de niños, de todas las edades, llevados conscientemente por sus padres y otros familiares a participar desde los tendidos en la fiesta: Vieron, entendieron, gozaron, gritaron y muchos aplaudieron.
No todos serán aficionados en el futuro, pero la semilla está plantada y con más años deberán definir sus intereses y tendrán que exigir que se les respeten sus quereres.
Toda ley tiene en el fondo motivos que van más allá del objeto directo y visible de la pretensión legal, en este caso prohibir, que llega a incluir hasta la compasión. Las personas compensadas psíquica y emocionalmente utilizan la razón y los sentires.
En el trasfondo de las leyes antitaurinas se encuentran: el dinero; la política en todas sus vertientes y consideraciones incluyendo la electoral; la religión y la adhesión frívola, las cuales están presentes en diferentes proporciones.
Si la posibilidad jurídica de una nueva ley es dable, habrá que enfocar de diferente manera la defensa taurina para quienes quieren seguir viendo y disfrutando en vivo de una tarde de toros.
De otro lado, se hace necesario reglamentar estrictamente las actuaciones de toreros con intentos excesivos, antitécnicos e ineficaces de matar el toro; las acciones severamente excesivas, contrarias y sin necesidad del picador y las desafortunadas intervenciones del cachetero.
Manizales brillará por siempre con o sin toros. ¡Pero, harán falta!