Hay muchas maneras de conocer la historia de las personas, de los pueblos y de sus instituciones. Entre las posibilidades de reconstruir los sucesos anteriores, se encuentran las historias familiares, de los gobernantes, de los religiosos, y de todo grupo humano que haya existido en determinada época del tiempo vivencial.
Quien desee saber verdadera historia tiene que recurrir a la descripción de eventos comparados con el entorno, y en la actualidad utilizar los sistemas de comunicación donde la biósfera compromete todo el planeta tierra.  El futuro es otro análisis que parte y se obliga desde la historia
La historia se escribe de diferente manera y ahora para ser válida necesita un estricto manejo de la información, obtenida de las fuentes: Primaria, secundaria u otras. Entre más puras sean ellas, el historiador podrá analizar los hechos precedentes con más apego a la verdad.
La verdad es el anclaje de la historia. Sin ella, la exactitud, podrá convertirse en un cuento con todas sus variables que dan lugar a relatos de toda índole ya sean escritos, orales o visuales. El lector debe independizar la realidad de la posible   tendencia personal del historiador.
El mejor historiador es neutral con respecto de los hechos, pero nunca será indiferente con relación a la interpretación de ellos.
Por lo anterior, la mejor base de la historia se escribe diariamente. De allí la importancia de los cotidianos, bitácoras, escritos o narrados o filmados por cualquier persona o responsable de institución o de alguna actividad, profesional o aficionada, con datos simples o complejos y ellos globales o parciales sobre los sucesos.
Con lo anterior, el libro-documento, 2025: Sin medias tintas, escrito agradable y atinadamente por los versados periodistas Jorge Cardona Alzate y María José Medellín Cano. Consolida válidamente información y análisis diario, obtenida desde las páginas, de El Espectador, a través de su existencia, desde marzo 22 de 1887.
El excelente trabajo permite la lectura secuencial de eventos y tesis sucedidos en el país durante décadas, a través de 17 capítulos, cada uno con una denominación indicativa especial, como: 1928-1937, Un periódico no se hace sin tertulia; 1963-1957, El que se emputa se jode y 2002-2010, Un guardián de la Constitución o la Constitución del guardián.  La narrativa incluye análisis de los debidos tiempos de silencio por causas generalmente externas, la gran mayoría de carácter político y violento.
Es mental y emocionalmente beneficioso repasar la historia del país, contada y analizada en las fuentes por personas comprometidas con los colombianos, a través de su conocimiento, criterio y compromiso ético, de expresar la verdad sin olvidar la impronta liberal del diario, esgrimida desde su fundación.  
Un documento, escueto en lo esencial, que destaca los hechos más importantes acaecidos a lo largo de la vida nacional, 1887-2025, destacándose las posiciones asumidas por sus directores y articulistas. El texto evita descripciones farragosas en las cuales a veces caen los historiadores.