La filosofía, de hondos contenidos humanísticos, trasciende los siglos. Al difundirse sus principios a través de literatos y maestros, cala en los espacios sociales, sin necesidad de que la gente del común lea los densos tratados de los pensadores. Son distintos los discursos populistas, que, como los fuegos artificiales, iluminan un instante, asombran a boquiabiertos espectadores y desaparecen. Cada día es más evidente la superficialidad de los dirigentes políticos que aspiran a gobernar, que distraen objetivos nobles y útiles, ocupados en buscar financiación para sus campañas. Esto sucede con alarmante frecuencia en las democracias participativas, que prevalecen en la mayoría de los países occidentales, gobernados por la avaricia más que por valores y principios. Asuntos como la cívica, la urbanidad, la historia, la religión (cualquiera)…, más formativos que instructivos, se consideran temas de “costurero”, cuando se impone el pragmatismo económico y tecnológico, pensando quienes elaboran los pénsumes escolares en presupuestos, antes que en formación ciudadana. Otro tema preocupante es la ausencia de educación familiar, porque nadie transmite lo que no tiene; con las excepciones que confirman la regla y merecen reconocimiento. Buenos padres, responsables y dedicados; y maestros, apóstoles de la educación, en instituciones públicas y privadas, llenan el vacío que dejan los afanes económicos. Que los hay, los hay.
Aprovechando el ocio de la jubilación, que se entretiene regresando a viejas lecturas, se encuentran enunciados de honda sabiduría, que han trascendido los siglos, originados en vivencias de filósofos e historiadores, juiciosamente analizados por ellos, que se basan en experiencias de estadistas, monarcas, gobernantes de elección popular y dirigentes variopintos, que muchos de quienes gobiernan, o aspiran a hacerlo, desconocen. Y, peor aún, consideran que actuaron en tiempos idos, torpemente, sin celulares ni computadoras.
Los antivalores se han impuesto, desde que el poder y la riqueza son aliados insustituibles. Lo que no es nuevo, según un filósofo de finales de la Edad Media, en la antesala del Renacimiento, Tomás Moro, quien afirmó, según Poch, apologista suyo: “(…) la avidez de riquezas y la de dominio o poder se excitan y se alimentan mutuamente: la avaricia produce la ambición de extender el poder, y la extensión de poder produce nueva avaricia: he ahí el círculo infernal (…) Así, en la avaricia y en la desatada ambición de dominio, se identifica el tirano. Y en la recta administración, que es limitado ejercicio del poder, se expresa la fuerza ideal del buen monarca”. Y concluye: “La tiranía, belicosa y ávida, destruye el país: se anuncia falsamente como tutora del bienestar, y realmente niega toda forma de vida civil (…) y desconcierta y descoyunta todo el sistema social (…)” (Antonio Poch. Utopía. Estudio preliminar).
Mejor dejar por el momento la filosofía y madrugar a ver los partidos del Campeonato Mundial Femenino, en el que se destaca el equipo colombiano. Las jugadoras, además de hermosas, son un ejemplo de superación personal y patriotismo.