Los más profundos pensamientos se han expresado en frases contundentes, de tal fuerza conceptual que han trascendido los siglos. Los largos discursos son el refugio de los que no tienen nada interesante que decir. La historia política de Colombia tiene ejemplos de peroratas largas, de poca sustancia, que no trascendieron la anécdota. Una de ellas fue el discurso del presidente del Congreso Nacional, senador liberal José Jaramillo Giraldo, en 1946, cuando le dio posesión al ingeniero conservador Mariano Ospina Pérez (1891-1976), para asumir la primera magistratura de la nación. El discurso duró 8 horas; y tuvo una consecuencia trágica, porque un anciano embajador, que por razones de protocolo no podía levantarse para ir al baño, sufrió una congestión urinaria que le causó la muerte. La socarronería de algunos analistas decía que la idea del parlamentario era prolongar por unas horas el poder de su partido. De lo que dijo, nadie retuvo una sola frase. Distintas han sido sentencias de muy poca palabras, como cuando dijo el emperador Julio César, al cruzar el Rubicón y conquistar las Galias: Vine, vi, vencí, con lo que resumía la facilidad con que dominó el territorio galo, objetivo de la expansión del imperio romano. Jesús de Nazaret, el más sabio de los líderes espirituales, ordenó a sus seguidores: Amaos los unos a los otros, frase en la que caben la caridad, la solidaridad, la convivencia, la moral y todas las virtudes que, si se practicaran, harían del mundo un verdadero Edén. Descartes, el filósofo francés, resumió todas sus cogitaciones intelectuales, con las que buscaba definir el destino y la razón de ser del hombre, al decir “pienso, luego existo”. Estas deshilvanadas reflexiones llevan a una sentencia anónima, de gran expresividad: “El que no vive para servir, no sirve para vivir”, a la que no hay que agregarle nada para destacar a quienes son generosos beneficiarios de sus congéneres, distintos a los parásitos de la sociedad.
Volviendo a los políticos colombianos, Jorge Eliécer Gaitán Ayala (1903-1948), promotor de la lucha de clases, y combatiente de las oligarquías de ambos partidos, ganó la adhesión de multitudes diciendo que “el hambre no es liberal ni conservadora”, con lo que hubiera llegado al poder, si no lo ataja una bala asesina.  
Uno de los personajes prototipos del idealismo, eficiente conductor político, sabio analista y brillante hacedor de frases, sir Winston Churchill, redujo la mediocridad de los dirigentes, tan en boga ahora en casi todos los países, lo que lleva a la humanidad a una caída en picada de impredecibles consecuencias, cuando retrató a los emergentes en un solo trazo: “La gente no quiere ser útil, sino importante”.
El papa Francisco, ante la escalada de noticias que vuelan por todas las redes, magnificando los delitos, especialmente sexuales, cometidos por representantes de la Iglesia Católica, cuyas autoridades equivocadamente han tapado y, peor aún, tolerado, dijo: “Los aviones y los curas no son noticia sino cuando se caen”. El sentido del humor lima muchas asperezas, sin dejar de afrontar los hechos.              .         .