Uno de los mayores desafíos para los gobiernos radica en la ejecución de los planes de desarrollo. A menudo, las brillantes ideas de los académicos y los proyectos sólidos se ven frustrados por la sobrerreflexión, las rivalidades políticas y la inercia de aquellos que prefieren la inacción, aferrados a la idea de que avanzar poco a poco es más seguro.
Recientemente, al revisar una vez más el famoso Plan de Desarrollo de Manizales de los años 70, quedé impresionado por su visión y su capacidad para anticipar el futuro a través de proyectos estratégicos que, incluso después de 50 años, aún estamos debatiendo su implementación. Lamentablemente, esa capacidad para crear condiciones futuras parece ausente en el recién aprobado Plan de Desarrollo de Caldas, que parece haberse estancado en la limitación de “prohibido soñar”; impuesta por el catálogo de productos del DNP. Esta excusa, además de ser falaz, restringe el potencial de desarrollo del departamento.
Pero volvamos a la cuestión central: ¿cuáles son las dificultades que enfrentamos los caldenses para concretar nuestras ideas? Mientras discutimos sobre logística y redactamos libros y documentos científicos, otras ciudades están construyendo bodegas y atrayendo grandes empresas. A finales de los 80, la Corporación para el Desarrollo de Caldas, bajo la coordinación de Juan Manuel Uribe y la asesoría de Paul Coulaud, desarrolló un maravilloso estudio para el Esquema y Plan de Ordenamiento Territorial de la zona de influencia de la Nueva Troncal de Occidente. 
Allí establecieron una visión de futuro para consolidar nuestro anhelado sueño del Km 41. Hoy, actores de otros departamentos conscientes de las potencialidades ya están empezando a concretar e invertir en la zona. Por su parte, nosotros continuamos discutiendo sobre si es el lugar óptimo para proyectos, caemos en el egocentrismo de los políticos que quieren que todo suceda en su territorio, o nos enredamos en discusiones sobre si el alcalde votó a favor o en contra del Gobierno departamental para obtener financiación, mientras nuestros vecinos nos adelantan.
En Risaralda, aunque también existe política y seguro politiquería, el sector empresarial toma decisiones por encima de las coyunturas políticas. Han aprovechado las oportunidades que brindan las zonas logísticas y, ahora que el proyecto Pacífico 3 ha cambiado el centro de gravedad del transporte de carga en Colombia, están expandiendo sus negocios hacia el Occidente de Caldas. Reconocen el potencial de esta región con la nueva vía, están formando asociaciones, financiando obras mediante la modalidad de obras por impuestos y tienen claro hacia dónde se dirigen. Por eso se afirma que Risaralda hace lo que se piensa en Caldas. Mientras tanto, nosotros seguimos debatiendo sobre si establecer una zona franca, un área específica, un gran centro logístico, una bodega, si el punto ideal es aquí o allá. Como una vez me dijeron los abuelos: “y nosotros, mirando pasar el tren”.
PD: A nuestros empresarios, todo mi respeto y admiración. Entiendo la situación de la actual coyuntura política, pero mi llamado es a la acción y a concretar su liderazgo, ojalá en compañía de un Gobierno que entienda que las elecciones ya pasaron, y que tienen en sus manos el desarrollo de más de un millón de habitantes de Caldas.