He sido concejal de Manizales durante los últimos seis años y desde esa responsabilidad pude ver muy de cerca el rumbo que tomó nuestro municipio bajo la Administración de Carlos Mario Marín Correa, entre el 2020 y el 2023.
Lo digo con la serenidad que da el tiempo y la evidencia acumulada; ha sido, sin duda, uno de los gobiernos más decepcionantes y dañinos para la confianza pública. Esta no es una afirmación ligera ni producto de emociones recientes; durante cuatro años realicé control político y oposición rigurosa y constante, sosteniendo debates, presentando denuncias y advirtiendo sobre los riesgos de decisiones improvisadas y arbitrarias que terminaron costándole mucho a un territorio que necesitaba rumbo y seriedad.
A mí, como a muchos ciudadanos, me dolió aún más ver cómo ese desastre administrativo ocurrió dentro del mismo Partido al que represento desde hace 18 años y en el que he creído con convicción. La dignidad política exige memoria, y es imposible olvidar que advertí sobre la irresponsabilidad de entregarle un aval en el 2019. No fui escuchado y Manizales pagó las consecuencias. La historia está ahí, completa y pública.
Durante su Gobierno la ciudad se vio envuelta en escándalos y polémicas que se hicieron virales en medios y redes. El vergonzoso episodio del exgerente de la Lotería, cuyos audios con insultos y agresiones terminaron en un escándalo nacional; el desorden administrativo y cuestionamientos por retrasos y posibles sobrecostos del proyecto Bulevar de la 48; la gestión problemática de la línea III Cable Aéreo, la pérdida de aproximadamente 30 mil millones de pesos del anticipo de la PTAR, una obra fundamental para el presente y futuro medioambiental de Manizales.
Y uno de los mayores bochornos institucionales, el caso Liberland, donde la firma de un memorando con un supuesto “microestado” sin reconocimiento internacional convirtió a Manizales en objeto de burla nacional e internacional y obligó al alcalde a admitir públicamente sus “errores del pasado”.
Estos episodios, (aunque son muchos más) sumados a denuncias por maltrato laboral, renuncias masivas en su equipo, disputas internas y un estilo de gobierno basado en el ego y la incapacidad de escuchar, terminaron erosionando la confianza ciudadana y dañando la reputación del Partido que muchos defendemos con respeto.
Yo no hablo desde la rabia ni desde la venganza política. Hablo desde la convicción de que la democracia necesita responsabilidades claras y memoria colectiva. Un proyecto político serio no puede repetirse a partir de errores ya anunciados. Caldas y Manizales merecen un liderazgo maduro, transparente y preparado, y nuestro municipio jamás debe olvidar los años en los que se convirtió en ejemplo nacional de improvisación y escándalo.
La política se dignifica cuando se dice la verdad, aunque incomode. Y esta verdad no la guardo por mí, la defiendo por Manizales. Ojalá que el comité de avales del Partido Alianza Verde sí me escuche esta vez y no le dé el aval a Carlos Mario Marín y que nos salve de una nefasta representación en el Congreso de Colombia.