En Colombia todavía se cree que hablar de sexualidad con los niños y las niñas es “dañarles la inocencia”. Mientras los adultos evitan la conversación, los niños aprenden en los pasillos del colegio, en los chistes de la familia o, peor aún, en la pornografía. Y ahí, casi sin darnos cuenta, se pierden las defensas que deberían protegerlos: el respeto por su cuerpo, la capacidad de poner límites y la confianza para tomar decisiones.
La educación sexual es, sin dudarlo, una vacuna. Una que no se aplica en una sola dosis, sino en conversaciones claras, progresivas y honestas desde la infancia. Desde los 3 o 4 años, un niño ya puede aprender a nombrar su cuerpo por su nombre real y a entender que nadie lo debe tocar sin su permiso. Entre los 8 y 10 años conviene hablar de los cambios corporales, del respeto y del consentimiento. Así, cuando llegue la adolescencia, no lo sorprenderá la desinformación ni dependerá de lo que encuentre en internet o lo que, equivocadamente, le digan sus amigos o amigas.
El problema es que creemos estar protegiendo cuando, en realidad, estamos confundiendo.
Algunas frases se convierten en falsos mensajes de educación sexual:
• “Siéntate bien, cierra las piernas” (como si la responsabilidad del respeto recayera solo en las niñas).
• “No llores, que los hombres no lloran” (como si sentir fuera una debilidad).
• “Tienes que tener cuidado”… ¿pero cuidado de qué? ¿O de quién?
• “Tienes que ser un niño bueno o una niña buena” (como si entender la sexualidad nos hiciera malos).
Cada una de estas frases, disfrazadas de consejo, actúa como un antídoto falso y tranquiliza nuestra conciencia de adultos. No protegen: exponen. En lugar de vacunar, dejan la puerta abierta a la desinformación, la inequidad, la violencia, el miedo y el morbo.
La verdadera protección está en hablar sin miedo. Responder con sencillez y con nombres reales lo que los niños preguntan. No es necesario dar más información de la que requiere su edad. La educación sexual no se trata de enseñar a tener sexo, o solo sobre métodos de planificación. Es enseñar a vivir desde niños con respeto, libertad, amor propio, dignidad y conocimiento del cuerpo.
Educar en sexualidad es aplicar la vacuna más poderosa que tenemos contra la ignorancia, el machismo, el abuso, la desigualdad y la violencia. Y es una responsabilidad de todos: familias, escuelas y sociedad.
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Miniguía para hablar de sexualidad con niños y niñas:
1. Nombre las partes del cuerpo por su nombre real, pene y vulva, sin diminutivos ni nombres de comida.
2. Responda lo que preguntan, nada más: claridad según la edad.
3. Enseñe respeto y consentimiento desde lo cotidiano, pedir permiso para abrazar también educa.
4. Evite frases que refuercen estereotipos: “los niños no lloran, las niñas se sientan bien”.
5. Converse sin miedo ni tabúes: el silencio no educa.
Los niños y las niñas deben sentir que la sexualidad y los cambios son procesos normales que hemos vivido todos.
“Hablemos hoy de sexualidad con nuestros niños y niñas para que mañana no tengan que sanar lo que callamos”.