Muy pronto se cumplirá la mitad del periodo de los actuales mandatarios locales y departamentales, el tiempo restante será decisivo y exigente para alcanzar las metas propuestas, especialmente considerando que el próximo año estará marcado por las elecciones nacionales y, posteriormente, el cierre de gobierno trae consigo las inevitables distracciones electorales, los próximos meses deberán ser de ejecución acelerada si realmente se quiere cumplir con lo prometido.
Los primeros 23 meses de gestión permiten identificar el talante de los alcaldes y gobernadores y al revisar sus planes de desarrollo, se evidencia con claridad qué proyectos demandarán mayor esfuerzo para materializarse y cuáles, inevitablemente, quedarán en el archivo de la frustración ciudadana, la política se mide en resultados, no en anuncios, y las comunidades reclaman respuestas a sus necesidades más apremiantes.
En el caso del gobernador de Caldas, Henry Gutiérrez, los resultados hasta ahora han sido de bajo impacto, la primera mitad de su Gobierno se ha caracterizado más por la realización de eventos y por un esfuerzo sostenido en posicionar su imagen como un líder cercano y carismático, que por la consolidación de apuestas estratégicas para el desarrollo territorial. Hoy sigue siendo difícil, casi imposible, identificar con claridad cuál es el modelo de desarrollo que propone su Administración o cuál es la estrategia para impulsar el bienestar de los caldenses.
El reciente debate en la Asamblea sobre el presupuesto departamental para el 2026 confirma esta preocupación, si bien se proyecta un incremento en los recursos, la distribución propuesta no refleja la ambición transformadora que requiere el departamento, no hay apuestas estratégicas ni proyectos capaces de impulsar la competitividad, reducir brechas o reposicionar a Caldas como referente nacional, un presupuesto sin visión es simplemente un ejercicio contable, no una hoja de ruta para el desarrollo.
La insistencia del Gobierno en iniciativas como las costosas “Ferias de Servicios” evidencia una comprensión limitada del desarrollo territorial, mientras tanto, proyectos estructurales permanecen estancados por retrasos, falta de planeación y ausencia de liderazgo efectivo. El incumplimiento en las Vías del Hermanamiento, el silencio ante la prórroga de la concesión vial, la persistente crisis de la salud (pese a que en campaña dijeron que se solucionaba al tener un gobernador médico), la precariedad del transporte escolar en los municipios con el poco acompañamiento de la Gobernación que tiene la Secretaría certificada en educación, la desatención a las Juntas de Acción Comunal, la ausencia de una estrategia seria para mejorar la calidad del agua rural, entre muchos otros, son ejemplos que preocupan y afectan directamente a las comunidades.
Caldas necesita que cada peso invertido responda a una visión estratégica y no a intereses políticos o narrativas de autopromoción. Requerimos gobiernos que superen el ego personal y entiendan que la planeación no es un ejercicio burocrático, sino la herramienta para transformar territorios y garantizar bienestar colectivo.
La segunda mitad del gobierno es la oportunidad para corregir el rumbo. La historia juzga resultados, no excusas y Caldas merece decisiones valientes, políticas públicas con enfoque de largo plazo y un liderazgo capaz de honrar la confianza ciudadana con obras y no con escenarios mediáticos.