Mi creyente, recta, joven y alegre amiga me comunicó en uno de nuestros encuentros de vida fraterna el gozo que había experimentado al visitar el majestuoso y grandioso templo de la Sagrada Familia en Barcelona (España), proyectado por el venerable arquitecto Gaudí. Su altura y concepción de mensaje cristiano es todo un recorrido de emociones.
Me narró cómo sintió estremecerse de emoción en cada paso en el recorrido contemplando la belleza de un trabajo de años y aún sin terminarse; sobre todo me describió la alegría al escuchar la explicación de dos vitrales situados el uno frente al otro y que muestran en figuras de armonía los dos misterios centrales del cristianismo: la Encarnación y la Pascua. Me dijo que entendió lo que un autor anota: "Para el cristiano, la fe ilumina la monotonía del tiempo".
Esos cristales mensajeros que son los vitrales, catequesis viviente de la gesta divina, me trasladan a la Catedral Basílica de Manizales, la nuestra, que se levanta como joven mensajera brindando en sus 70 vitrales una lluvia de mensajes que iluminan con el fulgor de sus múltiples colores.
También en nuestra Catedral tenemos frente a frente dos inmensos vitrales de facturación patria y que transmiten vistosa catequesis sobre los dos grandes hechos que hacen la vida reluciente: la Encarnación (Navidad) y la Pascua (pasión, muerte y resurrección de Jesús); son vistosos compuestos de tres rosetones que componen estos dos inmensos vitrales catalogados como parte de los más grandes de los templos colombianos.
Si como dijo el escritor e historiador del nacimiento cristiano San Justino: "el Verbo encarnado y crucificado en Jesús desvela el Misterio de Dios", estos dos vitrales bien lo consignan; el de la Natividad mostrando la Anunciación, el sí generoso de la Virgen María, el nacimiento en la cuna humilde del esperado Salvador; el vitral del frente (como en Barcelona) delinea en gestos de arte la pasión, la humillación, la crucifixión y muerte de Jesús brotando hacia el altar, roca sublime de la resurrección.
De allí sigue el recorrido de los demás vitrales hasta completar los 70, presentando hechos bíblicos y la presencia de numerosos santos y santas que son la floración de una fe que se va tejiendo con la misma belleza de los cristales mensajeros que se hacen vitales porque son vidas humanas que han llegado a ser más que un vitral: imágenes vivas de lo que Dios puede hacer en cada ser humano que se decide a seguir con entusiasmo los pasos de Jesús de Nazareth, Hagamos con igual emoción el pesebre".