Tiene 7 años, es correlón y animoso, va a la escuela con agrado y gusta del deporte, en especial del fútbol. Se siente estrella porque avanza en este aprendizaje del buen jugar con el balón y los compañeros; no falta al estadio y se visualiza en la grama y la gritería de los aficionados.
Un día de mañana iba a la escuela con su morral y sus ilusiones. De repente, su pie cae en un hueco y su piernita se quiebra en dos partes; sus gritos de dolor eran eco, no solo por la lesión sino pensando en su futuro deportivo que se oscurecía al momento.
En efecto, clavos, tornillos y cirugía le tuvieron varias semanas y aún ya en casa apenas camina en medio del dolor y la dificultad. Por culpa de ese hoyo tal vez el sueño fulgurante quedó en pedazos, ya no podrá ir a la cancha con el mismo brío de antes, culpa de aquel fatídico hueco.
Lo que altera la serenidad es que ese hueco se debe al robo de una tapa de alcantarilla, que en la noche algunos arrancan para cambiarla por dinero que casi siempre se invierte en estupefacientes. En ese hueco el niño sintió quebrarse su ilusión. Y siguen robando estas tapas y es prudente caminar con alerta porque en un descuido puede suceder lo mismo que al pequeño que vio esfumarse un deseo a causa de una "fumata" mortífera y casi aplaudida.
Esos actos se llaman vandalismo, que el diccionario define como "afán de destrucción, devastación e irrespeto a los servicios públicos y a los derechos ciudadanos a disfrutar los bienes de uso público".
Vándalos sin control que en la noche ensucian paredes, muros, casas recién pintadas, edificios limpios, construcciones nuevas y afean con garabatos y rayones ajenos al arte del grafiti auténtico, que llenan de esperpentos calles, carreras y avenidas. Parece que no existiera control, y el desorden y la mala presentación de fachadas se vuelven rutina y suciedad visual y ambiental.
Recuerdo en los años primarios cuando el rector hacía el llamado a no rayar puertas y sanitarios de la institución con aquella frase que aún me resuena: "La pared y la muralla... son el papel del canalla".
Ahora que la ciudad está gozando de merecidos reconocimientos, gracias al civismo y buen comportamiento, ¿dejaremos que unos pocos desadaptados y mal educados ensucien la ciudad?