Quien recorre las páginas del Evangelio queda convencido del olor a campo, ríos, tierra, cosechas, administración de tierras, mirada al firmamento y a las flores. En un ambiente rural surge una enseñanza para la historia. Vale recordar esta realidad al celebrar la semana pasada el Día del Medio Ambiente, invitación a ver cómo va el mundo en el cuidado de los bienes generales creados, puestos a la administración de los seres humanos.

Para nadie es oculto que estamos en un cambio ambiental, que las temperaturas altas o bajas están tocando niveles nunca antes vistos, que el aire respirable se achica, que las basuras invaden campos, mares, ríos y hasta el espacio cambiando las etapas naturales de los sistemas. Desde hace años la Iglesia ha invitado a creyentes y no creyentes a tomar en serio los datos y trabajar para recuperar el equilibrio ambiental, la marcha lógica de la existencia de los seres vivos inanimados, grandes y mínimos.

Al comenzar el tercer milenio el papa Juan Pablo ll hizo varios llamamientos al respecto. El papa Francisco, con su voz de profeta que advierte, anima e invita, ha regalado sobre todo dos documentos que ojalá tuviésemos en cuenta. En el 2015 publicó la carta encíclica “laudato si”. Tomando la mentalidad de San Francisco de Asís y su amor a la creación hace el llamado a cuidar todo lo que existe, a no ser destructores sino cuidadores. Resalta la necesidad de una economía integral que no olvide que toda tecnología tiene una raíz humana que nos lleve a ser solidarios con la creación y todos nuestros hermanos.

Pero donde se expresa con cariño, casi poesía y total verdad es en la urgente exhortación “querida Amazonia” llena de esplendor, drama y misterios. Hace un llamado a quienes explotan las riquezas ecológicas de la Amazonia. Se publicó en el 2000.

Es un día para estar todos unidos en una causa: La casa común que aún estamos a tiempo de manejar. Dialogar, orar y unirnos son medios que están en las manos de todos.