Dos nombres, dos vidas, dos historias que se unen en un mismo país y un mismo día. El rey del pop, el señor Michael Jackson, y la hermosa señora Farrah Fawcett, modelo, y actriz de Los Ángeles de Charlie; dos admiradas personas que fallecieron el mismo día, el 25 de junio del año 2009.

Nadie podrá negar la significación que para la música moderna dejó el astro de escenarios y arte Michael Jackson, quien murió a los 50 años de edad con una historia personal y éxitos en su estilo musical creativo.

Su modalidad en la danza, la misma de su música, y la creatividad en su sonido y ambientación de sus canciones son de indudable altura, armonía y arte. Su legado es inolvidable y admirable.

Pero no voy a narrar ahora más de su vida y obra, ya que me quiero referir a Farrah Fawcett, la actriz de “Los Ángeles de Charlie”, una serie de detectives privados, de alto impacto en aquellos años y que no fue muy citada y reseñada frente a la sorpresiva noticia de la muerte del rey del pop.

Tenía Farrah un extenso historial de éxitos, el cariño hacia ella era inmenso por la interpretación en la serie y sus acciones valientes, nobles y atrevidas en esfuerzos para salvar al mundo de delincuentes.

Pero un día la enfermedad tocó su cuerpo y a pesar de su positiva mentalidad, la fuerza disminuyó, se retiró del elenco activo y entró en la pausa larga de un severo tratamiento en medio de su familia. Ese 25 de junio del 2009 falleció.

Farrah era de expresión de Fe, era católica, y sacó fuerzas para estar valiente, En familia tenía la costumbre de la oración diaria.

Días antes de su muerte recibió la unción de los enfermos y recibió en su lecho la Comunión Sagrada que le infundió paz, serenidad y amor expansivo.

Vivió Farrah de aplausos en vida y el día de sus exequias también recibió aplausos como gratitud a su ejemplar existencia, a sus bellas lecciones, a los gratos recuerdos y como eco del cariño ganado en buena lid. Bueno es recordar bellas vidas.