Tocar fondo no es solo preguntarse “¿por qué me pasa esto?”, sino empezar a preguntarse “¿para qué estoy aquí?”.

No todo límite es amor propio, ni todo distanciamiento es valentía. A veces solo es miedo sin nombre o desconfianza disfrazada.

Ayudar es un gesto que descentra: no se trata de mí, ni de lo que yo puedo ofrecer, sino de reconocer al otro en su dignidad.

Hay que tener valor para no anestesiarse en medio de esta sociedad paliativa y de acomodo.
 

 Dudar me parece un gesto de honestidad. Con los años, perdí la amistad que creía eterna con las certezas.

En esa carrera ciega confundimos intensidad con velocidad cuando ser intensos no es vivir exhaustos, ni responder a un mandato de...

Terminamos medicalizando emociones, anestesiando lo incómodo, o callando lo que necesita palabra para sanar.
 

Vivir con espontaneidad es, también, un acto de fe: fe en que somos suficientes tal como somos, sin filtros ni adornos.