Vandalismo por falta de autoridad
Señor director:
La mayoría de habitantes del país quedamos sorprendidos por la acción de un reducido grupo de malhechores encapuchados que con motivo de la protesta por el nombramiento del nuevo rector de la Universidad Nacional causaron daños e incendiaron el torniquete de control de ingreso en la estación Ciudad Universitaria de Transmilenio, en Bogotá. El repudiable hecho ocurrió por la falta absoluta y en forma oportuna, en el sector, del grupo antimotines de la Policía Nacional; no se autorizó a tiempo la acción de la autoridad y los rufianes actuaron con plena libertad. El alcalde de Bogotá, Carlos Fernando Galán, tiene razón cuando afirma que los encapuchados, autores de los desmanes, no son manifestantes, son delincuentes.
En forma unánime la ciudadanía repudia los sucesos de esta magnitud protagonizados por elementos ruines que no valoran que el transporte en el Transmilenio es un servicio público esencial. Las imágenes presentadas por los medios de comunicación y en forma especial en los noticieros de televisión, son la base para repudiar éstos hechos de vandalismo que, al final de cuentas, por los daños causados, afectan a la mayoría de usuarios del servicio de transporte de la ciudad capital. La ciudadanía espera que el reducido grupo de rufianes encapuchados que protagonizaron los hechos sean procesados y reciban, en consecuencia, el peso de la ley.
Jorge Giraldo Acevedo
Singular cadena de custodia
Señor director:
“Un descuido puede sembrar agravio... Por falta de un clavo se perdió la herradura; por falta de una herradura, se perdió al caballo; por falta de un caballo, se perdió al jinete”, escribió Benjamín Franklin en El Almanaque del Pobre Ricardo, 1758.Y podemos agregar: por falta de un jinete se perdió la batalla; por haberla perdido se perdió la guerra; por la derrota en la guerra se perdió el reino.
Esto se me vino a la memoria porque hace poco un médico de mi EPS me formuló un examen de laboratorio pero en la orden escribió mal mi cédula y además no me advirtió que yo debía hacerla autorizar. Cuando llegué al laboratorio la encargada me hizo caer en la cuenta de que debía hacer autorizar la orden médica. Cuando subí a que la autorizaran debí esperar media hora el turno. La autorizaron y la llevé al laboratorio. La señorita del laboratorio notó que la autorización llevaba la cédula y el nombre de otro paciente. Subí nuevamente donde autorizan las órdenes, me dieron el papel correcto, bajé a los vuelos al laboratorio y por un milagro alcancé turno para la muestra de sangre, al filo de la hora límite. Perdí, por un descuido -como escribió Benjamín Franklin-, media mañana y acumulé buena dosis de angustia, me salieron más canas o se me cayeron. No obstante, comprobé que Dios existe y actúa estupendamente.
Atentamente,
Don Cecilio