Diseño con identidad cultural
Señor director:
En referencia al artículo de Jorge Alberto Gutiérrez, publicado en La Patria el 7 de abril de 2025, quisiera compartir algunas reflexiones, sin entrar a debatir las posiciones políticas de Donald Trump, quien en su momento impulsó una orden ejecutiva que pretendía imponer un estilo arquitectónico “clásico” para los edificios federales en Estados Unidos. Dicha orden fue revocada por la Administración de Joe Biden, pero recientemente reinstaurada, al parecer, sin una consulta amplia a las facultades de Arquitectura o a los profesionales más relevantes del país. Esa falta de diálogo técnico revela cómo, en ciertas esferas de poder, se subestima el papel de la identidad cultural en el diseño y la arquitectura.
Para países como Colombia -y, en realidad, para cualquier cultura- el diseño con identidad cultural no solo es un acto de reconocimiento, sino también una oportunidad para reconectar con el territorio, los saberes y los oficios locales. Retomar elementos propios como técnicas, materiales, usos, formas, colores, cualidades medioambientales y valores simbólicos es una forma contemporánea de crear, que no se reduce a “adornar” diseños funcionales con elementos superficiales. Se trata de concebir desde la raíz: desde la esencia de la funcionalidad y la economía, sin renunciar a la calidez que otorgan los valores culturales. No se trata de replicar lo tradicional, sino de integrar lo esencial que da sentido y pertenencia al presente.
Frente a esto, la arquitectura institucional en Colombia ha pecado por décadas de una interpretación parcial y empobrecida de los postulados de la Bauhaus. Se ha asumido casi exclusivamente aquello de “la forma sigue a la función”, el diseño racional y la producción estandarizada, ignorando dimensiones humanistas igualmente presentes en la escuela alemana: la unión entre arte, diseño y artesanía; la honestidad de los materiales; y la colaboración interdisciplinar. Este reduccionismo ha dado lugar a una arquitectura impersonal, fría y desarraigada.
Basta mirar algunas sedes de la Universidad Nacional o muchas universidades públicas del país, en las que el legado moderno se ha traducido en cubos blancos, sin alma ni contexto, impuestos sobre paisajes culturales ricos y diversos. El caso más dramático: un estudiante indígena que llega desde una maloca en la selva, y debe formarse durante cinco años en un espacio que no dialoga en absoluto con su historia ni su sensibilidad. Por fortuna, hay excepciones -como Salmona, y en parte Leopoldo Rother- que han intentado integrar elementos del entorno y la memoria. Lamentablemente, nombres como Simón Vélez, reconocido internacionalmente, siguen siendo marginales en nuestra arquitectura institucional. Volver a la identidad cultural no es un acto nostálgico ni un retroceso. Es, por el contrario, una manera lúcida de proyectar el diseño hacia el futuro, desde lo propio.
Ceci Arango, MA en Dirección de Diseño
y en Artes Plásticas y Visuales.
Carta al alcalde de Manizales, Jorge Eduardo Rojas Giraldo
Apreciado señor:
Recientemente falleció el ingeniero Gustavo Robledo Isaza, egregio hijo de la ciudad, de la cual fue alcalde en dos oportunidades, entre otros altos cargos, poniendo muy en alto su nombre en el concierto nacional. A lo largo de su prolija existencia, se destacó como un creador de ideas excepcionales para el desarrollo y progreso de la ciudad, la región y el país, muchas de las cuales se pudieron cristalizar y que hoy perduran en el tiempo, como obras portentosas de la ingeniería.
Una de ellas (de tantas) es nuestra emblemática Avenida 12 de Octubre, producto de su trabajo de tesis de grado para optar el título de ingeniero de la Escuela de Minas de Medellín. Por esta y otras muchas ejecutorias que todos conocemos, merece que se conserve su memoria, como ejemplo para las actuales y futuras generaciones, que tendrán en él un referente para imitar.
Ello, señor alcalde, nos motiva para proponerle, en nombre de la comunidad manizaleña, que en su honor se erija un busto en sitio estratégico de esa arteria vial que, además, debería llevar su nombre como homenaje ciudadano en señal de gratitud por todo lo que hizo en favor de su terruño natal. Recordamos que alguien lo rotuló como “El Julio Verne Manizaleño”, por su prodigiosa imaginación creadora y su mente visionaria.
A espera que nuestra cordial solicitud sea atendida favorablemente, nos suscribimos de usted.
Consejo de Redacción de Caldas
Garzas sin hábitat fijo
Señor director:
Se entiende y se comprende que para “cada loro existe su estaca”, pero quién lo creyera, los animales también tienen sus costumbres y buscan su comodidad. Los ornitólogos lo sabrán explicar con mayor propiedad y rigurosidad científica, los legos, vemos y juzgamos. Las garzas no son personas, pero se volvieron migratorias, por obra y gracia de estar ocupando espacios que les son vedados por sus ruidos y su estiércol que desde luego molesta e incomoda a sus vecinos, que con sobrada razón defienden su comodidad y su salud. Estas aves, son el símbolo de un fenómeno que en Colombia se volvió costumbre por razones de violencia como lo es la migración.
Son aves que gustan del área urbana para pernoctar, ocupando espacios que, sin darse cuenta, incomodan a sus vecinos. Recorrieron gran parte de la avenida Santander, tratando de establecer un hábitat fijo y cómodo “creyendo instintivamente” que la Ciudad de las Puertas Abiertas también es para ellas. Ahora, se tomaron un espacio abierto, sin vecinos, en el Parque de la Mujer.
Para los ignaros y amantes de la naturaleza no parece ser un problema, toda vez que a nadie incomodan con sus ruidos, y su estiércol cae en campo abierto, siendo perjudicados los consumidores de drogas que se ubican debajo de esa arboleda. Verlas llegar y salir es un hermoso espectáculo para que lo disfruten los turistas y amantes de las aves.
Elceario de J. Arias Aristizabal