Viaje al norte de Caldas
Señor director:
Tomar la carretera hasta Aguadas es ir al norte y se considera una aventura, como si se fuera a otro país. Se dice que la carretera es mala y peligrosa, y el camino muy aburrido. No es cierto. Si se acepta lo que hay, se toma el ritmo de una carretera de montaña con sus limitaciones y algunos pasos, muy pocos, sin pavimento, y se disfruta del paisaje, el viaje es muy interesante. Pensaba hacer una parada en Salamina, luego en Pácora, dormir en Aguadas y de regreso ir a Riosucio. Salamina es un pueblo solitario, adormecido en su convencimiento de ser mucho. Una vuelta a la plaza; un café de greca antigua, excelente; una mirada detallada a su bella iglesia, que no tiene a pesar de su amplitud, columnas en medio y se conserva fiel a su origen.
Pácora estaba en Fiestas, las de Agua se llaman. Su bandera de picos es feísima, pero la exhiben con orgullo. Nos vimos inmersos en el desfile de recibimiento a las colonias, como llaman, por lo que no hubo manera de detenerse. Pudimos ver poco, la plaza estaba cerrada. Almorzamos en las afueras, donde el pescado va del estanque de agua al de aceite en un par de voliones. Al preguntarle a un motociclista por ese restaurante, solo dijo: “síganme, los llevo”. A las 4:00 estábamos en Aguadas. Café secándose al borde de la carretera, fincas sembradas con plátano y café. El pueblo es grande, limpio, pujante, activo, y en crecimiento. Hecho sobre las montañas, pero sin estar limitado por ellas ni encerrado. El hotel Entre Brumas, que habíamos reservado, es bonito, bien hecho, y bien atendido. Al decir Aguadas, se dice sombrero y se dice piononos. Abundan, pero no tanto. La atmósfera es transparente, las calles conservan aquí y allá sus casonas de antes. Algunas se derrumban, pero es inevitable, como es inevitable que se hagan comercio o parqueaderos. La estadía es grata.
Visto lo que había que ver, y vuelto a ver, como a las 10:00 de la mañana tomamos el camino a La Pintada. El paisaje es alucinante. Uno se sorprende al pensar que va al Cañón del Colorado a ver lo mismo, pero en polvo y rocas, cuando aquí es vegetación, verde intenso e inmensidad viva. Al abrir la puerta del auto, allí al lado del río Cauca, se siente el fogonazo de sus 30 y tantos grados. Vuelta en U y vamos a casa, Riosucio será para otro día... Espero que lo disfrute tanto como el viaje mismo.
Luis Fernando Gutiérrez